jueves, 16 de marzo de 2017

EL TRIUNFO DE LA BOLSA

(Una historia del Origen de la Bolsa)

Al estudiar las instituciones económicas, sorprende lo complejas y sofisticadas que son muchas de ellas, sobre todo si nos centramos en el mundo financiero. En este sentido, me gusta recalcar a mis alumnos que dichas instituciones no se generaron de forma espontánea, sino que son el resultado de un proceso gradual en el que, poco a poco y como resultado de distintos factores y circunstancias, fueron constituyéndose tal y como son ahora.

Para ilustrar este razonamiento, me gustaría dedicar esta entrada a explicar cómo se originaron dos instituciones claves de nuestra economía: la Bolsa de valores y las sociedades anónimas. Pero antes de hablar de su nacimiento, detengámonos aunque sea brevemente a explicar ambos conceptos:


Pero... ¿qué pintan aquí este toro y este oso? Tendrás que leer hasta el final del artículo para descubrilo, amigo lector.
Las sociedades anónimas son empresas cuyo capital está dividido en acciones. Una acción es un pequeño título de propiedad de la empresa. Por tanto, los accionistas son los propietarios de las sociedades anónimas. Lo que caracteriza a este tipo de propiedad es que lo normal es que haya un elevado número de accionistas, cada uno de los cuales posee una minúscula parte de la empresa. De ahí el nombre de sociedad "anónima", ya que la importancia relativa de un accionista típico es mínima y su identidad queda sepultada entre el enorme número de accionistas de la sociedad.
Al margen de estas consideraciones, dos son las características que podemos resaltar de las sociedades anónimas:
  • Las sociedades anónimas tienen responsabilidad limitada. Esto significa que la responsabilidad de los accionistas ante cualquier obligación de la empresa se limita al dinero que emplearon para comprar las acciones que poseen. Esto permite llevar a cabo actividades más arriesgadas, puesto que los inversores no arriesgan su riqueza ni su patrimonio.
  • Las acciones se pueden comprar y vender libremente. Al contrario que en otras sociedades, no se necesita la aprobación de otros socios para vender las acciones propias o para dar cabida a nuevos socios en la empresa. Como consecuencia de esta capacidad de dar entrada a nuevos socios, las sociedades anónimas tienen un potencial de crecimiento prácticamente ilimitado, siendo esta la razón de que casi la totalidad de las multinacionales y grandes empresas de capital privado del mundo sean sociedades anónimas.
Estas dos características explican el éxito que alcanzaron las sociedades anónimas tras su nacimiento. Sin embargo, para que dichas características surtieran efecto, especialmente la segunda, era necesario un ámbito en el que pudieran comprarse y venderse fácilmente dichas acciones. Es decir, era necesario un mercado que proporcionara liquidez y oportunidades de compra a los accionistas interesados en vender sus acciones y a los inversores interesados en adquirirlas. Y aquí es donde entra en juego la Bolsa.
La Bolsa es, fundamentalmente, el mercado secundario donde se compran y venden acciones. Se denomina mercado secundario porque lo normal es que en él se intercambien acciones ya existentes (por el contrario, un mercado primario sería aquel en el que se emiten nuevas acciones). Este carácter de ser un mercado en el que se negocian títulos que ya existen lo convierte en una magnífica herramienta para proporcionar liquidez y ganancias a los inversores. La Bolsa es el principal mercado de valores organizado y reglamentado que existe en el mundo.

En su momento, el nacimiento de la Bolsa y de las sociedades anónimas supuso una auténtica innovación financiera, y como tantas otras innovaciones financieras, tuvo lugar en la Holanda de los siglos XVI y XVII. Como ya vimos cuando hablamos de los orígenes de la deuda pública, las instituciones holandesas de la época habían desarrollado un amplio abanico de títulos de deuda pública con los que financiar sus guerras con la corona española: bonos a largo plazo, anualidades perpetuas, préstamos de lotería (con los que los inversores compraban la pequeña probabilidad de percibir un enorme rendimiento), etc. Así, en 1650 había más de 65.000 ciudadanos holandeses que habían invertido su dinero en algún instrumento de deuda con el que contribuir a financiar la lucha por la independencia de los Países Bajos.

Mientras que el desarrollo de los mercados de deuda pública tuvo su origen en las luchas de independencia contra España, el nacimiento de las sociedades anónimas está directamente relacionado con los intentos de los comerciantes holandeses de arrebatar a España y Portugal el control del comercio de especias con Asia. El descubrimiento por parte de Vasco de Gama de la ruta marítima a las Indias Orientales a través del cabo de Buena Esperanza había abierto grandes oportunidades comerciales, pero el viaje no dejaba de ser peligroso, por lo que unir fuerzas parecía una buena opción para los comerciantes holandeses que quisieran emprender esa aventura.


Tal y como explica Niall Ferguson en "El Triunfo del Dinero", en 1600 había en torno a seis compañías operando comercialmente entre los puertos holandeses y las Indias Orientales. Lo normal es que estas "empresas" tuvieran una vida limitada cuyo final se especificaba por adelantado y que solía corresponderse con la duración del viaje concreto proyectado a las Indias. Cuando dicho viaje concluía con éxito, la compañía se disolvía y el capital y los beneficios conseguidos se repartían entre los inversores. Si el viaje no concluía con éxito, ya sea porque una tormenta hundiera las naves o porque estas fueran atacadas por nativos, piratas o flotas de otros países, los inversores perdían el dinero aportado.

Este modelo empresarial no bastaba para crear las bases y fortificaciones que los navíos holandeses necesitaban para resguardarse y abastecerse a lo largo del camino si querían tener opciones de competir con portugueses y españoles en el largo viaje a las Indias, de ahí que los Estados Generales Holandeses (órgano equivalente al Parlamento inglés o las Cortes españolas) propusieran en 1602 la unión de las compañías existentes en una única sociedad: la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, a la que adjudicarían el monopolio del comercio holandés entre el cabo de Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes.