viernes, 27 de enero de 2017

POR QUÉ FRACASAN LOS PAÍSES (II). ALGUNOS EJEMPLOS HISTÓRICOS.


Como recordaréis, en nuestra última entrada hicimos un resumen de las principales hipótesis vertidas en el libro "Por Qué Fracasan los Países", de Daron Acemoglu y James A. Robinson. Tal y como dijimos en el artículo, ambos autores se basan en la existencia de distintos tipos de instituciones políticas y económicas para explicar los diferentes grados de desarrollo de los países.

En concreto, Acemoglu y Robinson hablaban de instituciones inclusivas, que reparten el poder entre la sociedad y permiten que cada persona pueda beneficiarse de los frutos de su trabajo, e instituciones extractivas, que restringen el poder a una pequeña élite que se dedica a extraer la riqueza generada por el resto de la sociedad.

También hablábamos de las coyunturas críticas, momentos históricos en los que, dependiendo de la arquitectura institucional de un país y de cómo responda ésta a la coyuntura, dicho país tomará la senda del crecimiento o la del estancamiento.

Todos estos conceptos ya quedaron explicados en el artículo anterior, por lo que no nos detendremos más en ellos. A lo que dedicaremos esta entrada, tal y como anunciamos, es a repasar algunos de los ejemplos históricos más destacados con los que los autores ilustran sus tesis. En efecto, los quince capítulos del libro (más su prefacio) están llenos de ejemplos con los que los autores tratan de justificar sus teorías. Lógicamente, no vamos a detenernos en todos los casos citados en el libro, pero sí que analizaremos dos ejemplos que me parecen especialmente interesantes ya que nos tocan muy de cerca: por qué Inglaterra llegó a ser la nación más próspera de Europa y por qué Estados Unidos tuvo un desarrollo económico mucho mayor que los países latinoamericanos.


DE CÓMO INGLATERRA LLEGÓ A SER LA NACIÓN MÁS PRÓSPERA DE EUROPA.

En 1346, la peste negra llegó a la ciudad portuaria de Tana, en el Mar Negro. La plaga se transmitía a través de las pulgas que parasitaban a las ratas y la trajeron desde China los comerciantes que viajaban por la Ruta de la Seda. Por culpa de los comerciantes genoveses, las ratas y sus pulgas no tardaron en propagar la peste negra por todo el Mediterráneo. Así, a principios de 1347 había alcanzado Constantinopla y en 1348 ya se extendía por Francia, Italia y el norte de África.

El impacto de la peste fue pavoroso. La plaga acababa con en torno al 50% de la población de la zona afectada. Sin embargo, sus consecuencias no acabaron ahí, sino que también tuvo un impacto transformador en los aspectos sociales, políticos y económicos de las sociedades europeas medievales.

A finales del siglo XIV, Europa era una sociedad feudal. La inmensa mayoría de la población estaba formada por "siervos", campesinos que debían trabajar las tierras de un señor feudal sin obtener ninguna remuneración y sujetos a múltiples multas, impuestos y restricciones a su libertad. Por tanto, utilizando la terminología empleada por Acemoglu y Robinson, se trataba de un sistema muy extractivo en el que la riqueza era generada por los siervos y fluía hacia un reducido número de señores feudales.

Sin embargo, la escasez de mano de obra que causó la peste negra sacudió los cimientos del orden feudal en Europa occidental, ya que los campesinos, dándose cuenta de la escasez de siervos y la abundancia de señores, tomaron fuerza para exigir que cambiaran las cosas. Aunque hubo intentos de poner fin a las reclamaciones de los campesinos, estos acabaron viendo mejorar sus condiciones de vida y de trabajo. Estos intentos de impedir la mejora de las condiciones de vida de los campesinos tuvieron más éxito en Europa Oriental. Tras la plaga, los terratenientes feudales habían empezado a adueñarse de grandes extensiones de tierra para ampliar sus posesiones, ya de por sí más extensas que las de sus homólogos ingleses y franceses. Además, las ciudades eran más débiles y estaban menos pobladas que las de Europa Occidental, lo que ofrecía menos posibilidades a los campesinos que quisieran escapar del yugo de los señores feudales. De esta forma, los campesinos vieron recortarse aún más sus libertades, de modo que se habla de una Segunda Servidumbre para designar la situación de los campesinos en la Europa Oriental del siglo XVI.

A pesar de que en 1346, cuando la peste llegó al Mar Negro, había pocas diferencias entre las instituciones políticas y económicas de Europa occidental y oriental, la situación en 1600 era completamente distinta. Esta gran divergencia fue el resultado de una situación en la que las diferencias iniciales eran muy pequeñas: en Europa oriental, los señores tenían más tierras, las ciudades eran más débiles y los campesinos estaban peor organizados. Estas pequeñas diferencias tuvieron una gran importancia cuando tuvo lugar la coyuntura crítica que fue la llegada de la peste negra.


La peste negra no solo fue una plaga que acabó con media población europea, sino que también supuso una coyuntura crítica para las instituciones políticas y económicas.

Del mismo modo, mientras que a finales del siglo XVI había escasas diferencias entre ellos, de los principales estados de Europa occidental fue Inglaterra el que dio el primer paso hacia el crecimiento económico sostenido en el siglo XVII, lo que no deja de ser curioso ya que estados como Francia o España partían de una situación de mayor poder político y económico. Según Acemoglu y Robinson, esto ocurrió porque en Inglaterra se desarrollaron instituciones inclusivas que permitieron el despegue económico del país.

Tal y como señalan los autores, a finales del siglo XVI no había grandes diferencias entre las instituciones de los tres países: los tres estaban gobernados por monarcas absolutos (Isabel I en Inglaterra, Felipe II en España y Enrique III en Francia) y contaban con asambleas de ciudadanos, o más bien de notables, que demandaban más derechos y control sobre la monarquía (el Parlamento en Inglaterra, las Cortes en España y los Estados Generales en Francia). Tanto el Parlamento inglés como las Cortes castellanas eran necesarias para aprobar impuestos, pero la Corona española comenzó a beneficiarse del oro y la plata que llegaban de su vasto imperio americano, lo que le dio más libertad de acción de la que tenía la corona inglesa, que tuvo que hacer más concesiones al Parlamento para conseguir su apoyo. Así, mientras el rey de España monopolizó el comercio con América a través de la Casa de Contratación de Sevilla, el Parlamento inglés impidió que sus reyes monopolizaran del mismo modo el comercio de su país, de forma que se desarrolló un amplio grupo de ricos comerciantes poco vinculados a la Corona. Los comerciantes ingleses no solo no aceptaban el control real, sino que no cesaban de exigir cambios en las instituciones políticas y la restricción de las prerrogativas reales.

La culminación de las luchas institucionales en Inglaterra fue la Revolución Gloriosa de 1688, que suele considerarse el inicio de la moderna democracia parlamentaria inglesa. La Revolución Gloriosa limitó el poder del rey y del ejecutivo y otorgó al Parlamento el poder para determinar las instituciones económicas. Al mismo tiempo, abrió el sistema político a una amplia muestra representativa de la sociedad, que fue capaz de ejercer una influencia sobre la manera de funcionar del Estado mucho mayor que cualquier otra sociedad contemporánea. Se puede decir que se creó el primer conjunto de instituciones políticas inclusivas del mundo.

Así, el gobierno inglés impuso firmemente derechos de propiedad (lo que incluía patentes que proporcionaron un gran estímulo a la innovación), puso fin a los impuestos arbitrarios y abolió los monopolios casi por completo. El Estado inglés protegía la ley y el orden, fomentaba la actividad mercantil y procuraba impulsar la industria nacional. La aplicación de la ley inglesa a todos los ciudadanos no tenía precedente histórico.

Estas bases cambiaron los incentivos para todas las personas y crearon el caldo de cultivo para que tuviera lugar la Revolución Industrial. Por un lado, la Revolución Industrial dependía de que el conocimiento acumulado en Europa durante los siglos pasados cristalizara en una serie de grandes avances tecnológicos, pero por otro lado fue necesaria la existencia de unos mercados inclusivos que crearan oportunidades rentables para los emprendedores, lo que posibilitó que tuvieran lugar esos avances. El elevado nivel de estudios de la población inglesa (comparado con el resto de sociedades de la época, claro está) y el respeto a la propiedad y a las ideas permitió que aparecieran emprendedores con la visión suficiente para emplear las nuevas tecnologías en los negocios y encontrar trabajadores con la habilidad suficiente para utilizarlas.

Los caminos divergentes entre Europa occidental y oriental en los siglos XIV y XV y entre Inglaterra y el resto de Europa occidental en el siglo XVII ilustran la importancia que tienen las pequeñas diferencias institucionales cuando aparecen coyunturas críticas. Una vez que tiene lugar una coyuntura crítica, desigualdades institucionales muy pequeñas pueden activar respuestas muy distintas y dar lugar, con el paso del tiempo, a realidades muy divergentes.


Con el advenimiento de la Revolución Gloriosa, Guillermo de Orange se convirtió en el primer rey parlamentario de la historia.


POR QUÉ ESTADOS UNIDOS TUVO ÉXITO Y AMÉRICA LATINA "FRACASÓ"

Siguiendo con la terminología empleada por Acemoglu y Robinson en su libro, ¿por qué los países de América Latina "fracasaron" mientras que Estados Unidos se convirtió en la primera potencia mundial? Pues según los autores, porque los países de América Latina se constituyeron sobre instituciones extractivas preexistentes mientras que Estados Unidos nació y creció gracias al desarrollo de instituciones inclusivas.

domingo, 8 de enero de 2017

POR QUÉ FRACASAN LOS PAÍSES (I). LA IMPORTANCIA DE LAS INSTITUCIONES


Cuenta la historia que, tras pasar cinco años encarcelado, Fray Luis de León reanudó sus clases en su cátedra de la Universidad de Salamanca con la frase "Decíamos ayer...".
En fin, lejos de mi intención compararme con Fray Luis de León. Después de todo, este blog solo lleva nueve meses en barbecho, no cinco años (ni siquiera mencionaré la distancia sideral entre Fray Luis de León y yo). Pero sí que me gustaría adoptar su filosofía y reanudar mi actividad como si el último artículo se hubiera publicado ayer.

Para retomar el blog, me ha parecido bien hacerlo comentando un libro que leí hace un par de años y cuyas tesis me parecieron muy interesantes. Se trata de la obra "Por qué Fracasan los Países" de Daron Acemoglu y James Robinson. En este libro, los autores examinan las razones por las que, a su juicio, unos países son más prósperos que otros. A lo largo de este artículo, realizaré una síntesis de las principales ideas vertidas por los autores en el texto, esperando que os resulten tan interesantes como me resultaron a mí en su momento.



Según los autores, no debemos buscar las causas por las que unos países son más ricos que otros en la climatología, la geografía o las diferencias culturales. Para Acemoglu y Robinson, la razón está en las instituciones políticas y económicas de cada país.

Antes de continuar, detengámonos un momento en el concepto de institución. Para la escuela institucionalista americana, que se desarrolló en las primeras décadas del siglo XX, las instituciones eran las reglas sociales que afectan y configuran a los individuos. Según los institucionalistas, los instintos son el móvil primario de la actividad humana; la razón complementa y encamina los instintos, que si se repiten van convirtiéndose en hábitos, costumbres y finalmente leyes. Estas instituciones forman el marco en el que se desarrolla la actividad económica.

Thorstein Veblen, el primer gran autor institucionalista, consideraba a la propiedad privada y los métodos de producción como las instituciones más importantes. Según Veblen, en las primeras etapas del desarrollo social los métodos de producción eran muy sencillos y eran conocidos por todos. Sin embargo, cuando el desarrollo tecnológico fue dando lugar a métodos de producción cada vez más complejos, los individuos más astutos, valiéndose del derecho de propiedad, organizaron la producción de forma que percibieran la mayor parte del fruto del trabajo de los demás. De este modo, Veblen llegaba a conclusiones similares a las del propio Karl Marx; sin embargo, alejándose de planteamientos marxistas, Veblen no consideraba relevante la lucha de clases, sino la explotación de toda la sociedad por las instituciones, en especial la propiedad privada.


Thorstein Veblen. Los primeros institucionalistas fueron muy críticos con instituciones como la propiedad privada.

Sin embargo, Daron Acemoglu y James Robinson pertenecen a una rama de economistas institucionalistas mucho más moderna, el neoinstitucionalismo, que no solo integra en su pensamiento muchas de las tesis de la economía neoclásica, la corriente ortodoxa en en el pensamiento económico actual, sino que loa los beneficios de instituciones como los mercados libres y la propiedad privada, como veremos a lo largo de este artículo.

Aceptando las tesis institucionalistas clásicas, Acemoglu y Robinson afirman que cada sociedad funciona gracias a una serie de reglas políticas y económicas creadas y/o impuestas por el Estado y los ciudadanos. Según los autores, el hecho de que unos países sean más ricos que otros se debe a que las instituciones de cada país crean incentivos muy distintos para sus habitantes. Para explicar el funcionamiento de estas instituciones, distinguen entre instituciones políticas y económicas y entre instituciones inclusivas y extractivas.

Las instituciones políticas determinan la capacidad de los ciudadanos de controlar a sus líderes e influir en su comportamiento. De ellas dependerá si los líderes políticos son agentes de los ciudadanos o si son capaces de abusar de su poder en su propio beneficio. Estas instituciones incluyen las constituciones escritas y el régimen jurídico bajo el que se organiza la sociedad, pero también incluyen el poder del Estado para regular y gobernar la sociedad y la capacidad que tienen los distintos grupos sociales para actuar colectivamente en defensa de sus objetivos frente a otros grupos (por ejemplo, un rasgo muy característico de nuestra sociedad es el inmenso poder de los lobbies, mientras que el poder de las organizaciones sociales y sindicales ha perdido muchísima fuerza en las últimas décadas).

  • Las instituciones políticas inclusivas reparten ampliamente el poder entre la sociedad y limitan la capacidad de acción de los gobernantes. Además, ha de existir un mínimo grado de centralización y poder estatal que permita imponer un mínimo nivel de seguridad, ley y orden (por este motivo no puede decirse que un estado fallido como Somalia, en el que el poder está ampliamente repartido, casi de forma pluralista, tenga instituciones políticas inclusivas).
  • Las instituciones políticas extractivas aparecen cuando el reparto del poder es restrictivo y limitado o cuando las instituciones son incapaces de garantizar unos mínimos niveles de seguridad, ley y orden. Con ellas, son frecuentes los abusos de poder y la corrupción.

Las instituciones políticas de un país determinarán bajo qué instituciones económicas se vivirá, y son las instituciones económicas las que dan forma a los incentivos que tienen los ciudadanos para recibir una educación, ahorrar, invertir o innovar. Del comportamiento que muestren los ciudadanos como consecuencia de estos incentivos dependerá la generación de riqueza y el crecimiento de una economía.
  • Las instituciones económicas inclusivas posibilitan y fomentan la participación de la mayoría de las personas en las actividades económicas que mejor aprovechan su talento y sus habilidades. Ofrecen seguridad para la propiedad privada, un sistema jurídico imparcial, servicios públicos que garantizan la igualdad de oportunidades para los ciudadanos y las condiciones idóneas para realizar intercambios y firmar contratos, además de permitir el nacimiento y la entrada de nuevas empresas y que cada persona elija la profesión y la actividad a la que se quiere dedicar. Para Acemoglu y Robinson, garantizar el derecho a la propiedad privada es crucial en el sentido de que solo quienes disfruten de los frutos de su trabajo estarán dispuestos a arriesgar, invertir e innovar (como ya dijimos, en esto se alejan de forma muy significativa de lo que pensaban institucionalistas clásicos como Veblen).
  • Las instituciones económicas extractivas tienen propiedades opuestas a las instituciones inclusivas. Se denominan extractivas porque tienen como objeto extraer rentas y riqueza de una parte de la sociedad (normalmente, la mayoría de la población) para beneficiar a otra parte distinta (normalmente, la élite minoritaria). La existencia de instituciones económicas extractivas ha sido una constante a lo largo de la historia de la humanidad; solo hay que recordar los tres estamentos en los que se dividía la sociedad en época anterior a la Revolución Francesa (clero, nobleza y tercer estado o pueblo llano) y cómo la actividad socioeconómica estaba encaminada a que los dos primeros estamentos se enriquecieran a costa de explotar al tercero. Aunque esto no siempre es así, como luego veremos, lo normal es que cuando las instituciones políticas sea extractivas, los gobernantes puedan establecer instituciones económicas extractivas para enriquecerse y aumentar su poder a costa del resto de la sociedad.