jueves, 2 de julio de 2015

HACIENDO LA DECLARACIÓN DE LA RENTA


Si no me fallan las cuentas, hace poco que terminó el plazo para presentar la Declaración de la Renta correspondiente al ejercicio 2014. Muchos de vosotros ya la habréis presentado un buen montón de veces, alegrándoos como si vuestro equipo ganase la liga si os sale a devolver y acordándoos de la familia del ministro de Hacienda cuando os sale a pagar. Aunque la mayoría ya sabéis por qué hay que calcular y presentar la declaración de la renta todos los años, vamos a dedicar esta entrada a desglosarla en sus componentes más importantes para que entendáis cómo se calcula un impuesto tan importante en nuestro sistema fiscal como el IRPF.

El impuesto de la renta es el impuesto más importante en la mayoría de los sistemas fiscales. En España, se denomina Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas y solemos referirnos a él por sus siglas, IRPF. Para que veáis que no exagero al decir que es el impuesto más importante de nuestro sistema tributario, baste recordar el dato que aportamos en una antigua entrada, según el cual el 42% del dinero que recaudó la Agencia Tributaria española en 2012 se debió al IRPF (le seguía el IVA con un 30% de la recaudación).

Como su nombre indica, el IRPF grava la obtención de cualquier tipo de renta por parte de los ciudadanos del país. Solo se aplica a las personas físicas, puesto que ya hay otro impuesto, el Impuesto de Sociedades, que grava los beneficios obtenidos por empresas y otras personas jurídicas. El IRPF es un impuesto directo, es decir, recae directamente sobre los contribuyentes, que tendrán que liquidar con la Agencia Tributaria el pago del impuesto (por el contrario, los impuestos indirectos, cuyo ejemplo más representativo es el IVA, no recaen directamente sobre el contribuyente, sino que gravan el consumo de bienes y servicios y se repercuten en el precio de venta de dichos bienes).

Al recaer directamente sobre los contribuyentes, el IRPF permite tener en cuenta las circunstancias personales y familiares de los ciudadanos que están obligados a pagarlo. En este sentido, una de las características más importantes del IRPF es que se trata de un impuesto progresivo, es decir, que las personas que ganen más renta tendrán que pagar una parte proporcionalmente mayor de la misma. La progresividad es básica para la justicia y equidad del sistema tributario e imprescindible para garantizar la solidaridad, de modo que quien más tenga más contribuya al sostenimiento de la sociedad y el bienestar de los demás. En el siguiente gráfico podemos ver los tipos que se aplican en el IRPF desde el 1 de julio de 2016:



Como se aprecia en la gráfica, no todas las rentas tributan del mismo modo en el IRPF. Los ingresos obtenidos por los contribuyentes se pueden clasificar en tres grandes grupos:
  1. Rendimientos del trabajo y/o de actividades económicas: salarios de los trabajadores, rendimientos de profesionales independientes, rendimientos derivados de la propiedad industrial o intelectual.
  2. Rendimientos del capital mobiliario: dividendos e intereses, plusvalías en la venta de acciones y otros activos financieros, etc.
  3. Rendimientos del capital inmobiliario: alquileres, beneficios obtenidos por la venta de viviendas u otros inmuebles, etc.
Todos los ingresos tributan a los tipos generales a excepción de los rendimientos del capital mobiliario, que tributan a un tipo especial para las rentas del ahorro. En concreto, se consideran rentas del ahorro los rendimientos obtenidos por la cesión a terceros de capitales propios (intereses de cuentas y préstamos), los rendimientos obtenidos por la participación en los fondos propios de cualquier entidad (dividendos, primas de asistencia a juntas de accionistas o propietarios, participaciones en los beneficios), rentas derivadas de la transmisión o amortización de bonos y pagarés y rendimientos procedentes de operaciones de capitalización (fondos de inversión, fondos de pensiones) y contratos de seguro de vida o invalidez.

Como se observa en el gráfico, las rentas del ahorro tributan a tipos mucho más bajos que las demás rentas. Esto es una decisión política del gobierno, que ha decidido bonificar este tipo de rentas para fomentar el ahorro. Sin embargo, dicha decisión atenta contra la progresividad intrínseca del impuesto, ya que las personas que tienen más capacidad de ahorro se benefician de unos tipos mejores que aquellos que solo pueden vivir de su trabajo, que suelen ser personas más humildes.

Esta circunstancia es una constante en la estructura del IRPF, ya que su carácter personal lo convierte en un instrumento importantísimo para influir en el comportamiento de los ciudadanos y conseguir diversos fines. Cuando al gobierno le interesa que se lleven a cabo diferentes actividades o se pongan en práctica determinadas actitudes lo puede conseguir bonificando o gravando aún más el pago del IRPF. Esto se consigue a través de instrumentos como las exenciones, las reducciones y las deducciones, a los que haremos referencia a lo largo de la entrada. Por ejemplo, los distintos gobiernos españoles han promovido la compra y alquiler de viviendas, la contratación de fondos de pensiones privados o incluso la matriculación en centros educativos privados a través de bonificaciones del IRPF, una serie de actividades que tienen poco que ver con la progresividad del impuesto (las personas que pueden llevar a cabo todas esas operaciones y beneficiarse de esas bonificaciones suelen tener un nivel de renta medio-alto).

La progresividad del IRPF lo convierte también en uno de los estabilizadores automáticos más importantes de la economía. ¿Y qué son los estabilizadores automáticos? Pues son partidas de gasto e ingreso público que se activan automáticamente con las oscilaciones de la actividad económica y contribuyen a suavizar los efectos de los ciclos económicos:
  • en períodos de crecimiento económico se crean empresas y crecen el empleo y los salarios. Todo ello hace que el Estado recaude más impuestos y gaste menos en partidas sociales como las prestaciones de desempleo. El Estado reduce su déficit mientras que los impuestos, al retirar gran parte de la renta generada, ayudan a contener la expansión de la actividad económica y a "estabilizar" el ciclo económico.
  • En períodos de crisis, caen las rentas y aumenta el desempleo. En esta situación, cae la recaudación al reducirse los ingresos por impuestos y aumenta el gasto social al dispararse las prestaciones por desempleo y otras ayudas sociales. De este modo, el Estado incurre en déficit público mientras que el gasto social amortigua el impacto económico de la crisis.
Como hemos dicho, de entre los impuestos, el IRPF es uno de los estabilizadores automáticos más importantes gracias a su progresividad. A medida que aumenta el nivel de actividad y crece la renta, la recaudación impositiva vía IRPF aumentará más que proporcionalmente, ya que a mayor nivel de ingresos se dedicará un mayor porcentaje de renta al pago del impuesto.



El contribuyente realiza la Declaración de la Renta una vez al año (en los meses de mayo y junio en España), pero el impuesto se va pagando a lo largo de todo el año. Cada vez que una empresa paga un salario a un trabajador o profesional contratado, le paga parte de ese salario a la Agencia Tributaria, y lo mismo ocurre con los intereses pagados por las entidades financieras o los dividendos pagados por las sociedades anónimas a sus accionistas, por poner dos ejemplos. Estas cantidades "retenidas" a sus beneficiarios se denominan retenciones, y son los ingresos mensuales que recibe la Agencia Tributaria a cuenta del IRPF.

Sin embargo, en un impuesto tan complejo como el IRPF es prácticamente imposible que las retenciones practicadas a lo largo del año coincidan con la cantidad que efectivamente deba pagar el contribuyente según sus circunstancias personales: la empresa o el agente que retiene no conoce dichas circunstancias, el salario percibido puede variar a lo largo del año y hacer que la obligación tributaria sea otra, etc. Por eso, al hacer la Declaración de la Renta, lo que hace el contribuyente es calcular la cantidad que realmente debe pagar a Hacienda en función de su renta y de sus circunstancias personales, lo que se denomina cuota líquida, y compararla con la cantidad que ya le han retenido a cuenta del IRPF:
  • Si la cuota líquida es mayor que las retenciones a cuenta, la declaración sale positiva y hay que ingresar la diferencia en Hacienda, ya que el contribuyente ha pagado a lo largo del año menos de lo que le correspondía.
  • Si la cuota líquida es menor que las retenciones a cuenta, la declaración sale negativa y Hacienda debe devolverle la diferencia al contribuyente, ya que este ha pagado más de lo que le correspondía a lo largo del año.

Vamos a ver cómo se calcula la cuota líquida. A lo largo de este repaso aparecerán muchos conceptos que os serán familiares, ya que figuran en los borradores de vuestras declaraciones:
  1. En primer lugar, hay que calcular la base imponible del impuesto. La base imponible es la magnitud que se utiliza para medir la capacidad económica del contribuyente. Si el hecho imponible del IRPF, la circunstancia que obliga a su pago, es la obtención de rentas por parte del contribuyente, la base imponible será la cuantía de esas rentas. Para obtenerla se suman todos los ingresos obtenidos por el contribuyente a lo largo del año y se le restan los gastos deducibles (son gastos necesarios para la obtención de los ingresos o a los que no se puede renunciar, siendo el ejemplo más importante las cotizaciones a la Seguridad Social). Como a efectos tributarios hay dos tipos de rentas, las rentas de carácter general y las rentas del ahorro, se calculan dos bases imponibles: la base imponible general y la base imponible del ahorro, a cada una de las cuales se le aplicarán distintos tipos impositivos, como vimos en la anterior gráfica. No obstante, por simplicidad en nuestra exposición nos referiremos a una única base imponible.
  2. A continuación, se obtiene la base liquidable restando a la base imponible las reducciones previstas en la ley. Como ya hemos dicho, las reducciones se aplican en función de las circunstancias que se quieran favorecer: por aportaciones a planes de pensiones, por estar al cargo de personas mayores de 65 años o discapacitadas, por cuotas y aportaciones a partidos políticos... Dos reducciones destacan especialmente, la que se concede por tributación conjunta (matrimonios) y el mínimo exento, una cantidad que se considera necesaria para poder vivir dignamente y por la que, por tanto, no se debe tributar. Hay un tope para las reducciones a aplicar, ya que la base liquidable no puede salir negativa.
  3. Se calcula la cuota íntegra aplicando a la base liquidable un porcentaje que variará según la tarifa progresiva del impuesto. Por ejemplo, teniendo en cuenta los tramos y tipos de la gráfica anterior, si la base liquidable de un contribuyente es de 25.000 €, esta cantidad tendría que dividirse entre los distintos tramos fijados en el impuesto (12.450 + 7.750 + 4.800), a cada uno de los cuales se le aplicaría su correspondiente tipo impositivo, de modo que la cuota íntegra sería (0'19 X 12.450) + (0'24 X 7.750) + (0'3 X 4.800) = 5.665'50 €. Dicha cantidad supondría un tipo efectivo del 22'66%. En España, estos porcentajes se reparten entre la Haciendas estatal y las autonómicas, correspondiendo aproximadamente un reparto del 65% para el Estado y del 35% para las comunidades autónomas.
  4. Finalmente, se obtiene la cuota líquida restando a la cuota íntegra las deducciones previstas en la ley (por si no la encontráis, en el borrador de la declaración la cuota líquida se denomina cuota resultante de la autoliquidación). Como en el caso de las reducciones, las deducciones se aplican para incentivar determinadas actividades, premiar ciertas situaciones o ayudar a colectivos concretos. En el caso del IRPF, las más habituales son las deducciones por compra o alquiler de vivienda habitual, donativos a entidades sin ánimo de lucro (como sindicatos, ONG o fundaciones), mecenazgo, deducciones para madres trabajadoras, por aportaciones a planes de pensiones, por invertir en empresas de nueva creación, etc. Las comunidades autónomas también pueden fijar sus propias deducciones (en este sentido, destacan las deducciones fijadas por la Comunidad de Madrid para favorecer la educación privada y concertada en detrimento de la pública). Una deducción muy célebre fueron los 400 € de José Luis Rodríguez Zapatero que seguramente recordaréis. Como ocurría con la base liquidable, la cuota líquida no puede ser negativa, por lo que hay un tope a las deducciones a aplicar.
  5. La diferencia entre la cuota líquida y las retenciones a cuenta pagadas a lo largo del año es la cuota diferencial. Si la cuota diferencial es positiva, significa que al contribuyente se le ha retenido menos de lo que le correspondía en función de sus circunstancias personales y tendrá que pagar esa diferencia a la Agencia Tributaria. Si la cuota diferencial es negativa, significa que al contribuyente le han retenido más de lo que le correspondía y el Estado le debe devolver la diferencia (sí, la Declaración le ha salido "a devolver").

Resumamos este proceso en un gráfico para poder observarlo mejor:
A partir de ahora, cada vez que tengáis que hacer la Declaración de la Renta no podréis alegar que no la entendéis.
Venga, en serio, ¿a que ya estáis deseando hacer la Declaración del año que viene?