viernes, 27 de junio de 2014

HABLANDO DE LAS SICAV


Parece que el último escándalo político que ha afectado a muchos de nuestros eurodiputados ha vuelto a poner de moda a las SICAV, así que es un buen momento para dedicar una entrada a explicar en qué consiste esta figura financiera.

Como ya dijimos en una entrada en la que hablábamos del sistema impositivo español, las SICAV (acrónimo que significa "sociedad de inversión de capital variable") son sociedades anónimas que invierten en los mercados financieros el capital aportado por sus socios. Es decir, las SICAV son instituciones de inversión colectiva muy similares a los fondos de inversión, aunque con algunas diferencias significativas que iremos señalando a lo largo de esta entrada.

Cuando se dieron a conocer, se generó una gran polémica por el privilegio que suponían para las grandes fortunas. ¿Es para tanto ese privilegio? Bueno, lo cierto es que tienen grandes ventajas a las que sólo puede acogerse la gente con muchos recursos, aunque afortunadamente muchas menos desde hace tres años.

Como las SICAV son sociedades anónimas, deberían tributar sus beneficios por el Impuesto de Sociedades, cuyo tipo general está en el 30% (aunque el gobierno de Mariano Rajoy ya ha anunciado su bajada al 25%). Sin embargo, las SICAV tributan por sus beneficios a un tipo superreducido del 1%.

El fundamento teórico de este tipo impositivo tan reducido es que los inversores pierden el control de su dinero cuando lo depositan en un vehículo de inversión colectiva, por lo que no sería justo aplicarles el mismo gravamen que a un inversor individual que decide qué hacer con su dinero. Este razonamiento su lógica: si una persona adquiere participaciones en un fondo de inversión pierde el control sobre su dinero, que pasa a ser administrado por la sociedad gestora del fondo; cuando quiera recuperar su dinero, venderá su participación y tributará por las plusvalías obtenidas. Sin embargo, esto no es tan cierto en el caso de las SICAV.

Al contrario que los partícipes de un fondo de inversión, los socios de la SICAV sí deciden de forma colectiva en qué se invierte el dinero de la sociedad. Sin embargo, como la ley exige que la SICAV esté constituida por un mínimo de cien socios, se le aplica igualmente la tributación reducida al suponer que poner a tantas personas de acuerdo implica que muchos de ellos no estarán conformes con las acciones de la sociedad.

Pero hecha la ley, hecha la trampa, y es público y notorio el caso de muchas SICAV en las que hay muy pocos socios reales y un gran número de socios ficticios, que solo aportan su nombre y un capital simbólico de 1 € para que la sociedad pueda constituirse conforme a la ley. Estos socios ficticios son los denominados "mariachis", llamados así por la letra de la famosa ranchera: "con dinero y sin dinero, yo hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley..."; es decir, el dueño de la SICAV hace lo que quiere y los mariachis lo acompañan.

Tengamos en cuenta que las SICAV son sociedades anónimas y que su capital está dividido en acciones. Por tanto, aunque haya cien socios, si noventa y nueve de ellos son mariachis, lo normal es que cada uno de ellos tenga una simple acción y que el socio principal tenga miles de acciones y haga y deshaga a su antojo.

En definitiva, las SICAV tienen la ventaja de tributar como una institución de inversión colectiva cuando la mayoría de las veces son vehículos de inversión para multimillonarios que deciden sin problemas qué hacer con su dinero. Los defensores de las SICAV afirman que los socios de las mismas pagan impuestos cuando retiran el dinero de las mismas (o cuando éstas les pagan dividendos), por lo que no es cierto afirmar que sólo pagan un 1% de impuestos. Aun así, la verdad es que la SICAV sigue suponiendo indudables ventajas para sus inversores.

Para empezar, mientras que un inversor individual podría pagar hasta un 52% de la plusvalía generada por invertir en acciones (un 56% si vive en Cataluña), las SICAV sólo tributan al 1% (recordemos que una empresa normal tributa un 30% por las plusvalías obtenidas). Los fondos de inversión también tributan al 1%, pero como hemos visto, los partícipes del fondo no tienen la capacidad de decisión que tiene el socio de una SICAV. Como los pequeños inversores no pueden constituir SICAV, si quieren invertir sus ahorros en acciones de una empresa concreta se arriesgan a pagar un 52% de sus beneficios mientras que las grandes fortunas pueden invertir en esas acciones pagando tipos del 1%.

Cuando el inversor de la SICAV reciba dividendos o decida retirar su capital tendrá que pagar entre un 18 o un 27% del beneficio obtenido, un tipo mucho menor que el del inversor individual. Además, solo tendrá que pagar esa cantidad cuando cobre ese dividendo o retire su capital; es decir, en la práctica puede diferir el pago del impuesto el tiempo que desee, puesto que lo normal es que el inversor multimillonario tenga otras actividades empresariales que le proporcionen suficientes ingresos como para consumir y ahorrar sin necesidad de tener que recuperar el dinero invertido en la SICAV.

Además, las SICAV pueden realizar préstamos a sus socios en caso de que necesiten liquidez, con lo que la retirada de beneficios puede retrasarse aún más. No hace falta decir que dichos préstamos tendrán condiciones muy ventajosas, pues para eso las SICAV son de sus socios y pueden hacer literalmente lo que quieran con ellas (siempre dentro de los límites de la ley, por supuesto).
Hasta finales de 2010 este privilegio era aún mayor, ya que los socios de las SICAV podían retirar dinero de la sociedad sin tributar nada hasta que se superase la cantidad inicialmente invertida. Es decir, se suponía que toda retirada de dinero era retirada de capital (hasta que se agotase el mismo, lógicamente) y no recogida de beneficios, por lo que no pagaba impuestos. Afortunadamente, este criterio se abandonó a partir de 2011.

Otro gran privilegio de las SICAV es que no están bajo el control de los inspectores de Hacienda, sino que el órgano con competencias para fiscalizarlas es la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores), mucho más laxo a la hora de controlarlas. De hecho, en los pocos casos en los que la CNMV ha considerado que una SICAV no cumplía los requisitos fijados en la ley para su constitución, le ha dado un plazo para que busque nuevos inversores o incluso ha permitido la creación de "instituciones de inversión colectiva unipersonales".

¿Y por qué estos privilegios y tratos de favor? Pues sencillamente, porque la gente que en España tiene invertido su dinero en SICAV es muy poderosa y los gobiernos no tienen voluntad política para contradecirles. Es muy común poner como una excusa una posible "fuga de capitales" para no poner coto a las SICAV. Sin embargo, como pone de manifiesto Francisco de la Torre en su libro ¿Hacienda somos todos?, este riesgo es muy relativo y tampoco supondría un gran daño para la economía española. Si queréis haceros una idea de quiénes son esos multimillonarios españoles que tienen su dinero invertido en SICAV, echad un vistazo a este enlace.

domingo, 22 de junio de 2014

UNAS PALABRAS SOBRE LA REFORMA FISCAL (por ALBERTO GARZÓN)

El pasado viernes, cuando el gobierno anunció su reforma fiscal, pensé que debía escribir algún artículo dando mi opinión acerca de la misma. Sin embargo, esta mañana he oído una intervención de Alberto Garzón en el programa La Sexta Noche que me ha parecido tan precisa y acertada que me parece mucho mejor compartir directamente sus palabras. Aquí las tenéis:
Cuando analizamos la subida o la bajada de impuestos, tenemos que tener en cuenta a quién beneficia, porque si no, nos quedamos en la superficie, en la epidermis del problema. Vamos a poner un ejemplo: hay un mínimo exento que está en torno a 11.200 €, eso quiere decir que si uno gana 11.200 € o menos no paga impuestos. Por lo tanto, esas personas, que son más de once millones de españoles, no van a notar la reforma fiscal, porque no pagaban impuestos y van a seguir sin pagarlos. Por lo tanto, para ellos esta reforma fiscal es totalmente inefectiva. Si uno cobra 15.000 € se va a ahorrar en torno a 100 o 200 €, pero si cobra más de 300.000 € se ahorra 3.000 €. Yo creo que en la diferencia se nota para quién está diseñada la reforma fiscal.
Y claro, cuando bajamos los impuestos en su conjunto eso repercute en un deterioro de la calidad de los servicios públicos, porque alguien que cobre 15.000 € puede decir: “bueno, es poco pero por lo menos tengo 200 € más en el bolsillo” ¡Cuidado! Porque ese dinero, y sobre todo el de los ricos que van a dejar de pagar sirve para financiar la sanidad pública y la educación pública, y por ejemplo en Madrid las tasas universitarias han subido hasta 600 € como resultado de los recortes. Entonces, tú puedes tener 200 € en el bolsillo pero cuando mandes a tu hijo a la universidad vas a tener que pagar 600 €. El truco es, claramente, que te vas a empobrecer y que quien se va a beneficiar es ese rico que ha ahorrado 3.000 € y tiene suficiente dinero para mandar a su hijo a la universidad privada.

sábado, 21 de junio de 2014

EL BANCO CENTRAL Y LA POLÍTICA MONETARIA


La noticia que hace unas semanas tuvo el honor de desbancar a la abdicación del rey como noticia de apertura de los distintos medios de comunicación no fue otra que la adopción de medidas de política monetaria por parte del BCE para luchar contra la deflación.

Siendo la deflación, o el descenso continuado de los precios, una amenaza mucho menos presente en la economía que la inflación, no es de extrañar que la actuación del 5 de junio se caracterizase por la adopción de "medidas no convencionales".

Llegados a este punto, creo que sería interesante dedicar una entrada a explicar los principales instrumentos de los que dispone un banco central para que todos comprendáis mejor de qué herramientas dispone el BCE para conseguir sus objetivos y hasta qué punto está haciendo uso de ellos o está echando mano de actuaciones "poco convencionales".

Digamos en primer lugar que el banco central es la institución encargada de llevar a cabo la política monetaria de un país (salvo en el caso del BCE, que se encarga de llevar a cabo la política monetaria de todo un conjunto de países, los que tienen el euro como moneda), y que la política monetaria consiste en la manipulación y control de la oferta monetaria, que no es otra cosa que la cantidad de dinero en circulación.

La oferta monetaria no solo incluye el efectivo en circulación y las cuentas de ahorro y a la vista abiertas por familias y empresas, sino que también engloba depósitos a plazo, bonos de hasta un determinado vencimiento y operaciones financieras como los "repos" o pactos de recompra (algún día os hablaré de ellos). Es evidente que la oferta monetaria afecta de forma fundamental al conjunto de la economía:
  • Un aumento de la oferta monetaria provocará un incremento de la actividad económica, puesto que al haber más dinero en circulación los agentes económicos consumirán e invertirán más y se generará un mayor crecimiento. Sin embargo, si el crecimiento de la oferta monetaria es excesivo se corre el riesgo de que la economía se "recaliente" y se genere inflación
¿Y por qué se generaría inflación? Pues sencillamente, porque una ley básica en economía afirma que si la demanda de un bien crece más rápido que su oferta, su precio tenderá a subir. Y si hay más dinero en circulación, los agentes económicos demandarán más bienes y servicios.
  • Una reducción de la oferta monetaria llevará a un estrangulamiento de la actividad económica, pues escaseará el dinero con el que consumir e invertir. Pero del mismo modo que estrangularía el crecimiento, la reducción de la oferta monetaria es un remedio muy efectivo contra la inflación, ya que al reducirse de forma generalizada la demanda de consumo e inversión en una economía, el precio de los bienes tenderá a bajar.
Una conclusión que salta a primera vista tras esta explicación es que la estabilidad de precios y el empleo son objetivos contrapuestos. En circunstancias normales, estimular el crecimiento dispara los precios y acabar con la inflación puede conducir a una recesión económica.

Esta dicotomía siempre ha sobrevolado sobre los banqueros centrales, de modo que su forma de actuar ha dependido del objetivo al que se le haya dado prioridad en cada momento histórico. Así, las décadas posteriores a la II Guerra Mundial se caracterizaron por el predominio del objetivo del pleno empleo, por lo que la actuación de los bancos centrales se caracterizó por llevar a cabo políticas expansivas, que favorecieron la creación de empleo en detrimento de la inflación.

Esta situación cambió radicalmente con la crisis del petróleo de los años setenta y la llegada a la presidencia de la Reserva Federal de Paul Volcker, que dio un giro a la política de la institución fijándose como objetivo prioritario el control de la inflación. Desde entonces, los bancos centrales se han centrado principalmente en mantener bajo control la inflación, siendo paradigmático el caso del BCE, cuyos estatutos fijan como único objetivo de la entidad la estabilidad de los precios.

Teniendo en cuenta cuáles son sus objetivos, los instrumentos con los que cuenta el banco central para aplicar su política monetaria son los siguientes:
  1. Fijación de los tipos de interés.
  2. Concesión de créditos al sector bancario.
  3. Control del coeficiente de caja.
  4. Facilidades permanentes.
  5. Operaciones de mercado abierto (open market).
  6. Influencia del banquero central.


1.- Fijación de los tipos de interés.

Es la medida más típica y, al mismo tiempo, la más fácil de aplicar. El banco central actúa como un banco de bancos, que mantienen depósitos abiertos en el banco central y pueden solicitarle créditos como si de los clientes de un banco normal se tratase.

Si el banco central baja el tipo oficial del dinero, es decir, el tipo de interés al que le presta a los bancos, estos le pedirán más dinero y dispondrán de más fondos para prestarlo a consumidores y empresas. Además, el tipo fijado por el banco central repercute en los tipos que los bancos fijan a sus clientes, haciendo que en la economía en general sea más caro o más barato endeudarse.

Sin embargo, mientras que fijar los tipos de interés es una medida muy eficaz para luchar contra la inflación, no siempre es tan efectiva para estimular la economía ya que el margen de maniobra es mucho más reducido: cuando los tipos de interés se acercan a cero, como está ocurriendo en la actualidad, al banco central ya no le queda margen para seguir bajándolos.

En este caso, cuando ni siquiera un tipo de interés cero es suficiente para estimular la actividad económica, se dice que la economía ha caído en una trampa de liquidez, una situación en la que tener más dinero en efectivo no supone ningún coste, pero en la que la demanda general sigue siendo demasiado escasa. En palabras de Paul Krugman, en esta situación sentarse encima del propio dinero pasa a ser mejor opción que invertirlo o prestarlo a otras personas. Keynes, por su parte, comparaba la utilidad de la política monetaria en estos casos con empujar una cuerda (de ahí que recomendase el uso de la política fiscal y el gasto público para reactivar la economía).

Como hemos mencionado, al BCE casi se le ha acabado el margen de maniobra con respecto a los tipos de interés para reactivar la economía. Aun así, el pasado 5 de junio anunció una bajada de tipos del 0'25% al 0'15%. En su comparecencia, Draghi anunció que las tasas de interés permanecerían en los niveles actuales por un período de tiempo prolongado a la vista de las perspectivas de inflación.