martes, 31 de diciembre de 2013

DESBARAJUSTE ELÉCTRICO


Si hay un sector económico que está de moda en España estos días es sin duda el eléctrico. Como ya sabréis, el recibo de la luz hubiera subido un 11% en enero si el gobierno no hubiera anulado la última subasta eléctrica. Aún peor, si este aumento programado para enero se hubiera llevado a efecto, la factura se habría incrementado más de un 70% solo en los últimos cinco años.

Obviamente, algo no funciona en el sistema de fijación de precios de la electricidad. Abordar en un solo artículo todos los entresijos del mercado eléctrico español me parece excesivo (creedme, haría falta un libro para ello), pero sí que me parece interesante detenerse en algunos de sus aspectos más llamativos.

Hace meses, ya publiqué un artículo en el que analizaba los distintos conceptos que figuran en la factura de la luz. De ellos, el más importante es el consumo de energía, que se calcula multiplicando los kilowatios consumidos por su precio unitario. Para las familias, este precio unitario recibe el nombre de Tarifa de Último Recurso (TUR).

Pues sí, en el blog ya hablamos de la factura de la luz, ¿lo recuerdas?
Como ya vimos en ese artículo, aproximadamente la mitad de la TUR está compuesta por los denominados peajes de acceso, fijados por el gobierno. Estos peajes son cantidades destinadas a distintos fines: pagos destinados al cubrir el déficit de tarifa, primas a las energías renovables, subvenciones al carbón, etc.

La otra mitad de la TUR es la que se fija en las subastas eléctricas. Hay dos tipos de subastas: las subastas diarias, cuyo mercado se denomina "pool", y la subasta trimestral. Esta última, denominada Cesur, es la que se utiliza para fijar el precio del kilowatio de energía. Al margen de que la factura de la luz incorpore muchos elementos discrecionales fijados por el gobierno, como los impuestos y los peajes de acceso, son las subastas las que han levantado las mayores suspicacias. En esta entrada vamos a centrarnos en dos de los aspectos más llamativos a mi juicio de estas subastas: el precio único de la electricidad y la actuación de los especuladores financieros, para acabar con una reflexión sobre la ineficiencia e inadecuación del mercado.


MORTADELA A PRECIO DE JAMÓN IBÉRICO

Una de las mayores particularidades de la electricidad es que se trata de un mismo bien que es producido de mútiples formas. La electricidad se genera en las centrales eléctricas, pasa a la red de alta tensión, de ahí salta a las redes de media y baja tensión y finalmente llega a los hogares. Esta luz que llega a los hogares es esencialmente la misma, se utilice para encender la tele o para poner una lavadora, pero las clases de centrales que pueden generarla es variadísima: hay kilowatios que proceden del viento, otros que proceden de presas construidas hace más de cincuenta años y otros que proceden de centrales que funcionan con gas cuyo precio depende de múltiples factores y avatares internacionales.

Lógicamente, con procesos productivos tan diferentes, todas estas centrales presentan estructuras de costes muy dispares. Si se ordenan de forma creciente según sus costes variables, la electricidad consumida en 2013 en España se generó a través de energías renovables (hidroeléctricas, eólicas y solares, que generaron un 42'4% de la electricidad consumida), centrales nucleares (21%), centrales de carbón (14,6%), ciclos combinados de gas natural (9'6%) y centrales de gas y de gasoil (12'4%). Esta disparidad también se da en los costes fijos: mientras los ciclos combinados tienen unos costes fijos reducidos, las centrales nucleares, eólicas e hidroeléctricas los tienen muy elevados, puesto que exigieron la puesta en marcha de elevadas inversiones. Por otra parte, la utilización del viento, el sol y el agua depende de la climatología, mientras que el precio del gas está sujeto a múltiples factores, como ya hemos señalado.

En las distintas subastas, las empresas generadoras de electricidad van ofertando cada mañana la energía que producirán a lo largo del día a un precio fijado en función de su coste variable. Primero se vende la electricidad con un coste variable más bajo (renovables, hidroeléctricas y nucleares) y, cuando estas se acaban, se vende la que tiene un coste variable más alto (la que procede del carbón y el gas). Para que a todos los actores les interese participar se les abona el último precio, el de la producción más cara. Por tanto, al final toda la electricidad se paga al mismo precio que si se produjera en las costosísimas centrales de gas y carbón.

Estas subastas se realizan diariamente, pero como hemos mencionado, la subasta que marca el precio de la tarifa eléctrica es la Cesur que se celebra cada tres meses. Las organizaciones de consumidores denuncian que los precios se elevan artificialmente los días previos a la Cesur para conseguir una tarifa más alta. Por ejemplo, la subasta del jueves 23 de diciembre que fue anulada por el gobierno arrojó unos precios tan altos por la parada técnica de tres centrales nucleares (Vandellós, Trillo y Almaraz) y por la escasa producción de las centrales eólicas e hidroeléctricas, lo que hizo que entrasen en juego el carbón y el gas. ¿Casualidad? Para las organizaciones de consumidores, no.
Debido a la caída de la demanda de electricidad a causa de la crisis y debido al empuje de las energías renovables, la generación de electricidad a partir del carbón y las centrales de ciclo combinado ha sido menor estos años. Eso ha provocado que los propietarios de estas centrales hayan reducido sus contratos de compra de gas natural, de modo que para producciones más elevadas de lo normal tienen que abastecerse de gas por encima de lo que marcan sus contratos base, lo que encarece aún más su precio.
¿Tiene algún sentido económico que toda la electricidad se pague al mismo precio, se genere como se genere? A mi juicio no. En principio, la justificación que se daba al precio único es que las centrales con menores costes variables tenían mayores costes fijos, por lo que los mayores márgenes les permitirían amortizar estos costes. Sin embargo, la mayor parte de estas centrales llevan décadas construidas, tiempo más que suficiente para que se hayan amortizado esas inversiones. Además, no nos olvidemos de dos hechos cruciales:

  • Cuando esas centrales se construyeron, eran de titularidad pública. Es decir, se levantaron con el dinero de todos, pagado con nuestros impuestos.
  • Cuando las empresas propietarias de esas centrales se privatizaron, recibieron (y siguen recibiendo) cuantiosos fondos públicos para ayudarlas a ser rentables: nos referimos a los denominados Costes de Transición a la Competencia, a los fondos que reciben las centrales nucleares por estar disponibles, a las ayudas al carbón nacional, etc.
Habiendo sido construidas con el dinero de todos los españoles, y habiendo recibido fondos pagados por todos los españoles, que además se engorde la factura de la luz para que el consumidor español pague la amortización de esas centrales no parece muy presentable, ¿verdad?