jueves, 28 de febrero de 2013

LECCIONES DE HISTORIA: LA CRISIS DE LAS HIPOTECAS SUBPRIME (CAPÍTULO I)

NOTA: tras una larga interrupción, retomo la publicación por capítulos del artículo que escribí hace más de un año sobre la crisis de las hipotecas subprime. Como hace dos meses que publiqué la última entrega, vuelvo a empezar por el primer capítulo para aquellos que no lo leyeran en su momento (no creo que haga falta volver a publicar la introducción del artículo, así que entramos directamente en materia). Esta vez, prometo publicarlo completo en menos de dos semanas. Palabra. Sonrisa

EL SISTEMA FINANCIERO ANTES DE LA CRISIS

donde se cuenta a grandes rasgos cómo funcionaba el sistema financiero antes de que se gestara la crisis y cómo los grandes bancos estadounidenses llevaron a cabo una actividad encaminada a reducir la regulación de los mercados financieros para conseguir mayores beneficios, lo que incrementó el riesgo del sector.


A los economistas les gusta llamar al sistema bancario el corazón de la economía, ya que bombea dinero allá donde se necesita. En efecto, los bancos cumplen una función de intermediación entre familias y empresas, canalizando el ahorro de las familias hacia las necesidades de financiación de las empresas:
  • por un lado, las familias depositan sus ahorros en los bancos, que a cambio les pagan un interés por ello.
  • por otro lado, con el dinero que las familias han depositado en ellos, los bancos conceden a las empresas los préstamos que necesitan para realizar sus inversiones, y a cambio les cobran un interés por ello.
El interés que los bancos cobran por los préstamos que conceden es mayor que el que pagan a las familias por sus depósitos. La diferencia entra ambos se denomina margen de intermediación y es la base del beneficio de la actividad bancaria. Esta labor de intermediación de los bancos queda representada en la siguiente figura:

La función que desarrollan los bancos es esencial. Teóricamente, las empresas podrían ponerse en contacto con las familias para pedirles el dinero que necesitan para desarrollar su actividad (y de hecho hay muchas formas de hacerlo [1]), pero la participación de los bancos aporta grandes ventajas. Por citar sólo algunas: los bancos proporcionan mecanismos de pago rápidos y eficaces (transferencias, pagos con cheques y tarjetas, etc.) y están mejor preparados que las familias para saber si se puede confiar en una empresa a la hora de prestarle dinero, por lo que gracias a ellos el capital de las familias se dirige a aquellos proyectos en los que resulte más productivo y beneficioso.

Si los bancos hacen bien su trabajo, proporcionan dinero para crear nuevas empresas y expandir las ya existentes, se crea empleo, la economía crece y el banco obtiene beneficios. Sin embargo, es evidente que en los últimos tiempos no ha sido así. La actividad bancaria ha cambiado mucho en las últimas décadas, y el señuelo de los beneficios fáciles y astronómicos desvió la atención de la mayoría de los bancos de sus funciones esenciales.

Durante las secuelas de la Gran Depresión, el presidente norteamericano Franklin D. Roosevelt puso en marcha una política intervencionista a la que se denominó New Deal con el objeto de sostener a las capas más pobres de la población y dinamizar la economía. Muchas de sus actuaciones trataron de fijar una estricta regulación en los mercados financieros para poner coto a las conductas imprudentes y/o especulativas. Fruto de esta nueva regulación se aprobó la Ley Glass-Steagall, que establecía una separación entra la banca comercial y la banca de inversión:
  1. La banca comercial se dedica a administrar depósitos y otorgar préstamos tanto a particulares como a empresas. Su funcionamiento responde al representado en la figura 1.
  2. La banca de inversión se especializa en ofrecer tanto a empresas como a particulares y a Administraciones Públicas el dinero o los instrumentos financieros necesarios para realizar inversiones en los mercados de capitales. Otra de sus actividades es ofrecer asesoramiento con respecto a fusiones, adquisiciones y otras operaciones financieras.
Los bancos de inversión asumen más riesgos que los bancos comerciales, pues el mercado de capitales es imprevisible, pero también tienen la posibilidad de obtener enormes beneficios. La Ley Glass-Steagall tenía un objetivo fundamental: garantizar que los bancos a los que la gente había confiado su dinero no asumieran los mismos riesgos que los bancos de inversión, cuyo principal objetivo era maximizar los rendimientos del capital invertido y cuyos principales clientes eran grandes fortunas y empresas.

La estructura reguladora fijada tras la Gran Depresión tuvo buenos resultados. De hecho, el único período de la historia estadounidense en el que no se registraron crisis financieras de envergadura fue el cuarto de siglo posterior a la II Guerra Mundial, cuando se aplicaba eficazmente una estricta normativa. Pero la memoria es corta, y medio siglo es mucho tiempo. En la década de los ochenta, eran muy pocos los veteranos de la Gran Depresión que estaban en activo. Por aquel entonces, se hizo predominante la noción de que los mercados sin trabas pueden asegurar por sí solos la prosperidad y el crecimiento económico [2].

Desde hacía tiempo, el atractivo de dedicarse a actividades especulativas era mucho mayor que la puesta en marcha de un negocio productivo. Además, la competencia en el sector bancario llevó a que los márgenes de intermediación fueran cada vez más bajos, por lo que el modelo clásico de negocio era menos atractivo para los bancos, que empezaron a buscar nuevas formas de generar beneficios. De este modo, dejaron de dedicarse preferentemente a financiar la actividad productiva de las empresas para desplazar sus negocios hacia la gestión de fondos de inversión y el cobro de comisiones bancarias.

viernes, 22 de febrero de 2013

DEVALUACIÓN INTERNA II: POR QUÉ ME PARECE UNA MALA IDEA



En la entrada de ayer os contaba en qué consiste la devaluación interna y de qué formas se aplica, un asunto que me parece especialmente grave al ser una política que actualmente está impulsándose (cuando no imponiéndose) en toda Europa desde las instancias de la Unión Europea.

Los promotores de la devaluación interna afirman que se trata de una política equitativa, ya que trata de hacer descender todos los precios y salarios de un país en la misma proporción, por lo que no supondría un gran trauma para la población.

En mi opinión, la devaluación interna es una insensatez y una aberración, sobre todo en el contexto actual. En esta entrada intentaré justificar esta opinión haciendo uso de razonamientos económicos:
  • Los defensores de la devaluación interna afirman que el reparto de la renta entre los distintos grupos sociales permanecerá sin cambios al bajar todos los precios y salarios en la misma proporción, por lo que los consumidores no cambiarían sus pautas de consumo, pero suponer que es posible reducir todos los precios y salarios exactamente en la misma proporción es completamente absurdo. Eso no sería posible más que en el mundo imaginario, plano y simplón de los economistas neoliberales.
En el mundo real, marcado por las relaciones de fuerza entre los distintos grupos sociales, una disminución de precios y salarios provocará siempre procesos de redistribución de la renta en los que los grupos dominantes reforzarán su posición, ¿es que acaso no conocéis el caso de algún amigo o familiar al que le hayan bajado el sueldo mientras su jefe se lo mantiene para seguir cotizando al tipo máximo?, porque yo conozco varios casos.

jueves, 21 de febrero de 2013

DEVALUACIÓN INTERNA I: QUÉ ES Y CÓMO SE APLICA


En la anterior entrada (tranquilos, no hace falta leerla, pero os lo agradeceré mucho si lo hacéis) poníamos de manifiesto que con la actual política que se está llevando a cabo en España la única vía para que nuestra economía crezca es el aumento de las exportaciones, y también dijimos que este aumento se está produciendo gracias a un proceso denominado devaluación interna. Hablemos hoy de la devaluación interna, una práctica que actualmente está implantándose en toda Europa en general y en España en particular.

Para comenzar, digamos que la devaluación interna no es más que una forma de aumentar la competitividad de un país con el fin de aumentar sus exportaciones y alcanzar un superávit comercial. Las ventajas de ello son obvias: las industrias nacionales incrementarán sus ventas y aumentará el número de puestos de trabajo.

La palabra clave aquí es competitividad. Cuando decimos que España es competitiva, lo que en realidad decimos es que nuestras empresas pueden competir con las empresas de otros países y lograr que los consumidores tanto extranjeros como españoles compren sus productos en vez de los de aquellas.

Una de las herramientas más utilizadas por los gobiernos de los países para aumentar su competitividad es la devaluación de la moneda. Esta medida consiste en reducir el valor de la divisa nacional con respecto al de las demás monedas. De este modo, automáticamente, los bienes producidos en el país pasan a ser más baratos que los producidos en el exterior. Por ejemplo, si el Reino Unido devaluase la libra, a los consumidores estadounidenses les resultaría inmediatamente más barato comprar con sus dólares los bienes producidos en Inglaterra.

Sin embargo, los países que han adoptado el euro como moneda han perdido la capacidad de devaluar su moneda, por lo que tienen que buscar otras vías para aumentar su competitividad. En este caso, no les queda más remedio que actuar sobre la productividad.

domingo, 17 de febrero de 2013

EL PIB. RADIOGRAFÍA DEL CRECIMIENTO.


El País abría su sección de economía de ayer con la siguiente noticia: “La UE se sumerge en la recesión”. Según se cuenta en la noticia, la eurozona está en recesión desde finales del año pasado, e incluso la economía alemana ha decrecido el último trimestre.

Oficialmente, se considera que una economía está en recesión cuando registra dos trimestres consecutivos de decrecimiento del PIB (Producto Interior Bruto). Y esta es la variable fundamental cuando se trata de examinar la salud de una economía: el crecimiento. Se utilizan muchos indicadores para estudiar la marcha de la economía: la tasa de paro, el índice de precios, el déficit comercial… pero el indicador clave para determinar si una economía “aprueba” o “suspende” es uno: el crecimiento.



¿Y qué es el crecimiento? Pues el tanto por ciento que se haya incrementado el PIB en el último período (considerándose normalmente períodos trimestrales o anuales). Volviendo a la noticia con la que abríamos la entrada, si tenemos en cuenta que el Producto Interior Bruto es el valor de mercado de todos los bienes y servicios elaborados en el interior de un país, cuando se dice que la economía española ha decrecido un 0’7 % el último trimestre, lo que se está diciendo es que el valor de mercado de todos los bienes y servicios que se produjeron dicho trimestre fue un 0’7 % más pequeño que el de los bienes que se produjeron el trimestre anterior.

Es evidente que una reducción del PIB es un dato muy negativo: si se ha reducido la cantidad de bienes que se producen en el país también habrán disminuido la cantidad de personas que están trabajando y habrá aumentado el paro. (Por el contrario, un aumento del PIB no significa inmediatamente un aumento del empleo: teniendo en cuenta el ritmo al que normalmente crecen la población activa y la productividad del trabajo y considerando la rigidez típica del mercado de trabajo, se estima que la economía española tiene que crecer en torno al 3 % para reducir el paro).

Por supuesto, el crecimiento del PIB no es un indicador ideal: al medir los bienes que se producen en un período por su valor de mercado, no tiene en cuenta la economía sumergida ni los bienes que no pasan por el mercado (como el trabajo doméstico o el autoconsumo), y tampoco tiene en cuenta la distribución de la renta ni los daños que pueda recibir el medio ambiente por culpa de la actividad económica.

Otra carencia fundamental del PIB es que no tiene en cuenta en qué se sustenta el crecimiento. En concreto, el PIB no tiene en cuenta el endeudamiento de los agentes económicos, de forma que pueden darse casos como el de España, cuyo PIB creció muy por encima de la media europea gracias a un excesivo endeudamiento de familias y empresas (sobre todo debido al crédito hipotecario). Con el estallido de la crisis, es el endeudamiento del Estado el que ha sustituido al de las familias y empresas, de forma que el PIB actual es muy similar al de 2007 pero a costa de un endeudamiento masivo de todos los agentes económicos.



Pero a pesar de estos inconvenientes, la evolución del PIB es un indicador muy útil que a poco que rasquemos en él nos suministra más y más información. Estudiemos de forma muy sencilla la composición del PIB para comprender en qué se basan las actuales esperanzas de crecimiento de la economía española.

lunes, 11 de febrero de 2013

EL RESCATE A ESPAÑA CONTADO A LOS ALEMANES

Está muy claro que la salida de la crisis no está en manos del gobierno español, sino en las de la Unión Europea y, más concretamente, en las de Angela Merkel, canciller alemana, y Mario Draghi, gobernador del Banco Central Europeo.

La única opción viable para salir de esta situación es convencer a las instancias europeas de que se cambie el actual rumbo de la Unión, algo que parece difícil de lograr después de comprobar los desalentadores resultados de la última cumbre de la Unión Europea, en la que por primera vez se redujeron los presupuestos europeos con respecto al período anterior.

Por tanto, me parece una buena iniciativa la de la Asamblea Popular Tres Cantos del 15M, que ha grabado este vídeo para difundirlo en Alemania y concienciar a los ciudadanos alemanes acerca de las verdaderas causas de la crisis, con la idea de que sólo ellos pueden obligar a sus gobernantes a cambiar el rumbo.

Esperemos que tengan suerte.

domingo, 10 de febrero de 2013

¿QUÉ ES EL APALANCAMIENTO?


Los bancos españoles deben reducir su excesivo apalancamiento, la economía española en su conjunto está muy apalancada, el apalancamiento de las empresas españolas está en niveles históricos… Quien más, quien menos, la mayoría de vosotros habrá leído u oído el término apalancamiento en alguna de las noticias de la actualidad. Pero, ¿realmente sabe la gente lo que es el apalancamiento?

Hasta hace muy poco, si a alguien le preguntaban qué era estar apalancado, lo que respondía era esto:
  

Hoy, el término apalancamiento es uno de los más comunes en la secciones de economía y nacional de la prensa generalista. Y sin embargo, me da la impresión de que la mayor parte de las veces no se utiliza correctamente, o al menos con todas las implicaciones que tiene esa palabra en economía financiera.

El 99 % de las veces que leáis en un periódico la palabra apalancamiento la podéis sustituir por endeudamiento. Así, cuando se dice que una entidad está muy apalancada, lo que se está afirmando es que está muy endeudada. De esta forma, los periodistas utilizan el término con fines más estilísticos que semánticos, como los periodistas deportivos que intentan adornar sus narraciones empleando términos como esférico y rectángulo de juego en vez de balón o campo de fútbol. Y es que apalancarse, en términos económicos, no sólo implica endeudarse.

Hagamos una precisión. En los manuales de Economía de la Empresa se habla de dos tipos de apalancamiento: el apalancamiento operativo y el apalancamiento financiero. El que está ahora en boca de los medios de comunicación, o el que más se acerca a él, es el apalancamiento financiero, así que a él es al que me referiré a lo largo del post.

Apalancarse consiste en endeudarse para financiar una operación, pero en términos financieros, el vocablo apalancamiento (en inglés, efecto leverage) hace referencia a la utilización de la deuda para incrementar la rentabilidad de los recursos propios. Veámoslo con un ejemplo numérico para comprenderlo mejor.

Supongamos que queremos invertir 100.000 € en acciones. Si compramos el 1 de Enero acciones por ese valor y las vendemos el 31 de Diciembre por 150.000 €, está claro que hemos obtenido 50.000 € de beneficio (como invertimos 100.000 € de nuestro dinero, la rentabilidad ha sido del 50 %).

Pero imaginemos que no tenemos los 100.000 € iniciales, y aun así consideramos que el éxito de la inversión es seguro. Supongamos que sólo tenemos 20.000 €, pero como estamos tan convencidos de que todo va a salir bien, pedimos un préstamo de 80.000 € a un interés del 10 %.

El 1 de Enero compramos las acciones por 100.000 € y el 31 de diciembre, como estaba previsto, las vendemos por 150.000 €. Ese mismo día, hay que pagar al banco unos intereses de 8.000 €, con lo que el beneficio que nos queda es de 42.000 €. Sin embargo, aunque los beneficios de la operación hayan sido algo menores, la rentabilidad del capital propio ha sido muchísimo más alta, del 210 %. En esto consiste el apalancamiento, en utilizar recursos ajenos para aumentar la rentabilidad de los recursos propios.


Resumamos todo lo dicho en los párrafos anteriores en un par de sencillas operaciones para que nadie se pierda:

miércoles, 6 de febrero de 2013

DISECCIONANDO A LAS AGENCIAS DE CALIFICACIÓN


La primera plana de la sección de Economía de El País de hoy abre con esta noticia: EE UU exigirá más de 3.680 millones a S&P por inflar las calificaciones de activos. Seguramente, muchos opinarán lo mismo que yo: “¡ya era hora de que le metieran mano a las agencias de calificación!” (aunque no soy muy optimista en que se acabe consiguiendo algo, lo reconozco). Y puede que muchos se pregunten qué demonios son agencias como S&P de las que tanto se oye hablar últimamente. Bueno, pues a eso dedicaré la siguiente entrada.

Ya comenté en otra ocasión cuáles eran los principales integrantes de los mercados financieros, y también comenté que en dichos mercados se intercambian multitud de activos: acciones, títulos de deuda pública, bonos y obligaciones, derivados financieros (no preguntéis, ya hablaremos de ellos), etc. Lógicamente, a quien participa en los mercados le gustaría tener información sobre los activos en los que invierte su dinero, y aquí es donde entran en escena las agencias de calificación o agencias de rating.

Las agencias de calificación son empresas privadas que se dedican a valorar los activos que se intercambian en los mercados financieros. Al calificar con una “nota” estos activos, las agencias facilitan la toma de decisión de cualquier persona o entidad que se esté planteando invertir en ellos. De forma simplificada, las calificaciones que pueden imponer estas agencias son las siguientes:
•         AAA: Calidad crediticia máxima.
•         AA: Calidad crediticia muy elevada.
•         A: Calidad crediticia elevada.
•         BBB: Capacidad crediticia adecuada, con riesgo en el medio y largo plazo.
•         BB: Capacidad crediticia moderada, con riesgo a medio plazo.
•         B: Capacidad de devolución actual, con elevados riesgos en el futuro.
•         CCC: Baja calidad crediticia, con claro riesgo de quiebra.
•         CC: Baja capacidad de repago, aunque con posibilidades de remontar.
•         C: Bajísima capacidad de repago, muy próximo a la quiebra.
•         D: Quiebra o suspensión de pagos.

Este código de calificaciones varía ligeramente de una agencia a otra, pero es generalmente aceptado cuando los medios de comunicación se refieren a ellas. Además, las agencias pueden matizar sus valoraciones, imponiendo por ejemplo calificaciones como AA+, A- o BB+ (hay más formas de detallar estas calificaciones, aunque no entraremos en ellas por no extendernos).

Las calificaciones que van de AAA a BBB se denominan “investment grade”, mientras que las calificaciones que van de BB+ a D se denominan “especulativas”, aunque coloquialmente suelen denominarse como “calificaciones de bono basura”.

El problema fundamental de las agencias de calificación es una cuestión de incentivos: el cliente de las agencias, quien les paga, es la entidad a la que hay que calificar (por ejemplo, BBVA es quien paga a las agencias de calificación para que pongan nota a sus acciones). Claramente, las agencias de calificación tienen incentivos para complacer a quien les paga, y la competencia entre unas agencias y otras empeora las cosas: si una agencia no le da a un cliente la nota deseada, este puede contratar a otra agencia de la competencia. Además, para agravar parte del problema, las agencias también ofrecen servicios de consultoría para conseguir mejores calificaciones: así, ingresan grandes honorarios diciéndole a sus clientes cómo conseguir buenas calificaciones y a continuación ganan aún más dinero otorgando esas calificaciones. Parece obvio que si quien pagara a las agencias fuera el que va a invertir en los activos a calificar, la valoración de dichas agencias sería más objetiva.

Dos viñetas de un cómic que hice sobre la crisis de las hipotecas subprime. ¡Muy pronto en sus monitores!

lunes, 4 de febrero de 2013

ÉRASE UNA VEZ UN INSTRUMENTO DE ESPECULACIÓN: LAS VENTAS EN CORTO.


El pasado jueves 31 de Enero tuvo lugar una noticia que seguramente pasó desapercibida para mucha gente: la CNMV puso fin a la prohibición de operaciones bajistas en la Bolsa española, es decir, se levantaba la prohibición a las ventas en corto que estaba en vigor desde julio de 2012.

Seguramente, la principal razón por la que esta noticia ha pasado desapercibida es que la mayor parte de la gente de la calle ignora lo que son las ventas en corto. En realidad, es una operación sencillísima, que constituye además una de las prácticas más comunes de los especuladores. Así que vamos a explicar de forma breve y espero que sencilla en qué consiste la venta en corto.

Si tuviera que definir con una frase en qué consiste la venta en corto sería la siguiente: consiste en vender masivamente algo que no es tuyo para que su precio baje y poder comprarlo mucho más barato.

Imaginemos un gran inversor eslavo llamado Meloyev O'Krud que dirige el fondo de inversión de alto riesgo SPKL. Meloyev ha erigido una inmensa fortuna especulando en los mercados financieros, y decide sacar pingües beneficios especulando con la deuda española. ¿Cómo podría hacerlo con la venta en corto?

1.   En un primer paso, el fondo SPKL pediría prestada una gran cantidad de títulos de deuda española. Necesita muchísimos títulos, así que acude a algún inversor institucional que ande sobrado de ellos, por ejemplo, el fondo de pensiones norteamericano Oldmenareu$, y se los pide prestados. En el momento de recibir los títulos de deuda española en préstamo, SPKL se compromete a devolverle esos títulos a Oldmenareu$ en un plazo determinado, supongamos de seis meses.

A cambio del préstamo, SPKL le paga una comisión a Oldmenareu$ (por ejemplo, 100.000 €).

2.   A continuación, SPKL vende los títulos de deuda pública que le prestó el fondo Oldmenareu$, venta por la que obtiene una enorme suma (puestos a imaginar, supongamos dos millones de euros).

SPKL inunda el mercado con las órdenes de venta de esos títulos, de forma que su precio baja. Para asegurarse de que el precio de los títulos baja aún más, Meloyev utiliza sus influencias en agencias, medios de comunicación e inversores para difundir el rumor de que el Estado español está en graves dificultades, con lo que consigue que muchos inversores se deshagan de la deuda española que tengan en su poder y que su precio baje mucho más.

3.  Cuando pasan los seis meses previstos, SPKL compra deuda pública española en el mercado, que gracias a su intervención está mucho más barata que antes, y devuelve al fondo de pensiones Oldmenareu$ los títulos que le prestó.

Como el precio de los títulos de deuda pública española habrá caído tanto por culpa de la intervención de Meloyev y SPKL, al pasar estos seis meses los habrá podido comprar mucho más baratos, por ejemplo, con un millón de euros.

El beneficio obtenido por SPKL sería la diferencia entre el importe de la venta del paso 2 (2 millones de euros) y el de la compra de los títulos en el paso 3 (1 millón de euros) más la comisión que tuvo que pagar a Oldmenareu$ por el préstamo (100.000 €). En total, 900.000 € calentitos para SPKL.

Espero que haya quedado bien explicado. Si queréis ponerle cara a nuestros personajes, aquí tenéis la adaptación al cómic de nuestra historia:


viernes, 1 de febrero de 2013

HABLEMOS DE IMPUESTOS

El martes, el ministerio de Hacienda hizo pública la recaudación de 2012: 167.731 millones de euros. La cifra le ha servido al ministro Cristobal Montoro para sacar pecho y presumir de haber recaudado lo previsto. Lo cierto es que el ministro hace trampas, ya que incluye entre los impuestos cobrados en 2012 el adelanto a pagos correspondientes a 2013, pero Nuño Rodrigo lo explica mucho mejor en su blog y no es éste el objeto de esta entrada.

En realidad, lo que me apetecía mostrar eran las cifras de recaudación y los porcentajes que representan los distintos impuestos. Para completar los datos, también aporto información referente al año 2002 en el siguiente gráfico (el distinto tamaño de cada círculo es proporcional al importe recaudado en uno y otro año):