viernes, 28 de diciembre de 2012

TODO LO QUE SIEMPRE QUISISTE SABER SOBRE EL ORIGEN DE LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL PERO NUNCA TE ATREVISTE A PREGUNTAR.CAPÍTULO 1.

donde se cuenta a grandes rasgos cómo funcionaba el sistema financiero antes de que se gestara la crisis, y cómo los grandes bancos estadounidenses llevaron a cabo una actividad encaminada a reducir la regulación del sector y conseguir mayores beneficios, lo que incrementó el riesgo del sector.

El Sistema Financiero antes de la crisis.

A los economistas les gusta llamar al sistema bancario el corazón de la economía, ya que bombea dinero allá donde se necesita. En efecto, los bancos cumplen una función de intermediación entre familias y empresas, canalizando el ahorro de las familias hacia las necesidades de inversión de las empresas:
- Por un lado, las familias depositan sus ahorros en los bancos, que a cambio les pagan un interés por ello.
- Por otro lado, con el dinero que las familias han depositado en ellos, los bancos conceden a las empresas los préstamos que necesitan para realizar sus inversiones, y a cambio les cobran un interés por ello.
El interés que los bancos cobran por los préstamos que conceden es mayor que el que pagan a las familias por sus depósitos. La diferencia entre ambos se denomina margen de intermediación y es la base del beneficio de la actividad bancaria. Esta labor de intermediación de los bancos queda representada en la figura 1.


La función que desarrollan los bancos es esencial. Teóricamente, las empresas podrían ponerse en contacto con las familias para pedirles el dinero que necesitan para sus inversiones (y, de hecho, hay muchas formas de hacerlo[1]), pero la participación de los bancos aporta grandes beneficios. Por sólo citar algunos, los bancos proporcionan mecanismos de pago rápidos y eficaces (transferencias bancarias, pagos con tarjetas, cheques, etc.) y están mejor preparados que las familias para saber si se puede confiar en una empresa a la hora de prestarle dinero, por lo que gracias a ellos el capital de las familias se dirige a aquellos proyectos en los que resulte más productivo y beneficioso.
Si los bancos hacen bien su trabajo, proporcionan dinero para crear nuevas empresas y expandir las ya existentes, se crea empleo, la economía crece y el banco obtiene beneficios. Sin embargo, es evidente que en los últimos tiempos no ha sido así. La actividad bancaria ha cambiado mucho en las últimas décadas, y el señuelo de los beneficios fáciles y astronómicos desvió la atención de muchos bancos de sus funciones esenciales.
Durante las secuelas de la Gran Depresión, el presidente norteamericano Franklin Delano Roosevelt puso en marcha una política intervencionista a la que denominó New Deal con el objeto de sostener a las capas más pobres de la población y dinamizar la economía. Muchas de sus actuaciones trataron de fijar una estricta regulación en los mercados financieros para poner coto a las conductas imprudentes y/o especulativas; un ejemplo de esto fue la aprobación de la Ley Glass-Steagall, que establecía una separación entre banca comercial y banca de inversión:
□        la banca comercial se dedica a administrar depósitos y otorgar préstamos tanto a particulares como a empresas y corporaciones. Su funcionamiento responde al representado en la figura 1.
□        la banca de inversión se especializa en ofrecer, tanto a empresas y particulares como a Administraciones Públicas, el dinero o los instrumentos financieros necesarios para realizar inversiones en los mercados de capitales. Otra de sus actividades es ofrecer servicios consultivos para fusiones, adquisiciones y otros servicios financieros.
Los bancos de inversión asumen más riesgos que los bancos comerciales, pues el mercado de capitales es imprevisible, pero también tienen la posibilidad de obtener enormes beneficios. La Ley Glass-Steagall tenía un objetivo fundamental: garantizar que los bancos a los que la gente había confiado su dinero no asumieran los mismos riesgos que los bancos de inversión, cuyo principal objetivo era maximizar los rendimientos del capital invertido y cuyos principales clientes eran grandes fortunas y empresas.
La estructura reguladora fijada en el sistema financiero tuvo buen resultado. De hecho, el único período de la historia estadounidense en el que no se registraron crisis financieras de envergadura fue el cuarto de siglo posterior a la II Guerra Mundial, cuando se aplicaba eficazmente una estricta normativa. Pero la memoria es corta, y medio siglo es mucho tiempo. En la década de los ochenta, eran muy pocos los veteranos de la Gran Depresión que aún estaban en activo. Por aquel entonces, se hizo predominante la noción de que los mercados sin trabas pueden por sí solos asegurar la prosperidad y el crecimiento económico[2].
Desde hacía tiempo, el atractivo de dedicarse a actividades especulativas era mucho mayor que la puesta en marcha de un negocio productivo. Además, la competencia en el sector bancario llevó a que los márgenes de intermediación fueran cada vez más bajos, con lo que el modelo clásico de negocio era menos atractivo para los bancos, que empezaron a buscar nuevas formas de generar beneficios. De este modo, dejaron de dedicarse preferentemente a financiar la actividad productiva de las empresas para desplazar sus negocios hacia la gestión de fondos de inversión y el cobro de comisiones bancarias.
Para que este negocio fuera lo más rentable posible, los poderes financieros consiguieron que los gobiernos llevaran a cabo reformas legales destinadas a garantizar la plena libertad de capitales sin control o restricción alguna (es decir, la influencia de intereses particulares que buscaban su propio beneficio tuvo mucho que ver en el desmontaje de la estructura reguladora). En 1999, los grupos de presión de la banca culminaron años de esfuerzo con la derogación de la Ley Glass-Steagall. Cuando la revocación de esta ley unió los bancos comerciales y los bancos de inversión, la cultura de la banca de inversión se impuso sobre la de la banca comercial. En realidad, deberíamos decir que la cultura de la banca de inversión se había impuesto a la de la banca comercial tradicional tiempo atrás y que esto condujo a la derogación de la Ley Glass-Steagall. Los directivos de los grandes bancos buscaban unos beneficios que sólo se podían obtener asumiendo mayores riesgos[3].
La derogación de la Ley Glass-Steagall es sólo un ejemplo de la actividad frenética y sin descanso que llevaron a cabo las grandes entidades financieras estadounidenses para conseguir una mayor desregulación en los mercados. Por ejemplo, en 1991, entidades como Goldman Sachs consiguieron que las autoridades gubernamentales les permitieran invertir en los mercados de materias primas, algo que tenían prohibido desde 1936[4]. Otro ejemplo de este comportamiento se dio en 2004, cuando representantes de los cinco principales bancos de inversión estadounidenses[5] presionaron personalmente al presidente de la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos, William Donaldson, para que acabara con las restricciones vigentes para conceder préstamos[6].
El problema empeoró por la distorsión en los incentivos que se da en el mundo de las finanzas. En economía, cuando las recompensas privadas están bien alineadas con los beneficios sociales, las cosas van bien; pero si no lo están, las cosas pueden ir muy mal. Según los sistemas de incentivos que se aplican en el sector financiero, los banqueros participan en las ganancias de sus operaciones pero no tanto en sus pérdidas, ya que las primas se basan en los rendimientos a corto plazo[7]. Este afán por el corto plazo llevó a los bancos a centrarse en cómo generar beneficios de forma inmediata, mientras que problemas como las posibles tasas de impago de sus clientes parecían cuestiones lejanas.
Este cambio de actitud queda perfectamente ilustrado en la operatoria que se seguía en un instrumento tan aparentemente elemental como las hipotecas. Tradicionalmente, la concesión de un préstamo hipotecario era una operación sencilla y estandarizada: los bancos evaluaban la solvencia de quien les pedía un préstamo, se aseguraban de que el dinero se gastara de la forma convenida y recuperaban el dinero prestado con intereses. Una práctica común era conceder préstamos por el 80% del valor de la vivienda. Así, si el prestatario no devolvía el crédito, se enfrentaba a perder no sólo su casa sino también el dinero que había invertido en ella. Las aspiraciones de los compradores de tener una casa por encima de sus posibilidades se veían moderadas por la exigencia de aportar un 20% de su valor. En definitiva, el banco era muy cuidadoso con los préstamos que concedía, y esto es exactamente lo que querían las familias que depositaban en él sus ahorros.
Sin embargo, en los años anteriores al estallido de la crisis estuvieron en circulación hipotecas como las siguientes[8]:
*      las hipotecas del 100%, donde los bancos prestaban el 100% o más del valor de la vivienda. Si una familia recibía un préstamo por más del valor de la vivienda, destinaba el importe sobrante a fines como comprarse un coche, irse de vacaciones o amueblar la casa.
*      las hipotecas con trampa, es decir, hipotecas a corto plazo que se firmaban en períodos de tipos de interés bajos pero que tenían que refinanciarse después de unos pocos años. Eran muy ventajosas para los bancos, ya que con cada refinanciación cobraban nuevas comisiones.
*      las hipotecas de amortización negativa, que concedían al prestatario la posibilidad de elegir qué importe quería devolver cada año (dentro de unos límites, claro está), de forma que podía darse el caso de que al final de un año debiera más que al principio.
*      los préstamos del mentiroso, llamados así porque los individuos no estaban obligados a demostrar sus ingresos para conseguirlos.


ÍNDICE DE CAPÍTULOS:




[1] por ejemplo, comprando acciones u obligaciones emitidas por las empresas (aunque hoy en día, incluso estas operaciones suelen realizarse a través de bancos que actúan como intermediarios).
[2] En el ámbito científico, se impusieron las tesis de Milton Friedman (1912-2006) y la escuela monetarista de la Universidad de Chicago. Estas tesis tuvieron su correlación política con la llegada al poder de Margaret Thatcher en el Reino Unido (en 1979) y Ronald Reagan en Estados Unidos (en 1981).
[3] Una ley inexorable en Economía es que a mayor rentabilidad, mayor riesgo y viceversa. Esta ley no tiene excepciones.
[4] Cuando en 2003 se permitió que los fondos de pensiones pudieran invertir en los mercados de materias primas, se abrió la puerta a que se especulara salvajemente con bienes de primera necesidad como el petróleo, el azúcar o el trigo.
[5] Goldman Sachs, Lehman Brothers, Merryll Lynch, Morgan Stanley y Bear Stearns.
[6] Cuatro años después, de los cinco bancos de inversión mencionados en la nota anterior, Lehman Brothers quebró por su imprudencia en la concesión de préstamos, y Merryll Lynch y Bear Stearns tuvieron que ser vendidos a precio de saldo a otros bancos. Goldman Sachs y Morgan Stanley “sólo” recibieron miles de millones de dólares del gobierno estadounidense para compensar sus pérdidas.
[7] Muy a menudo, la labor de un directivo se evalúa a través de una variable tan a corto plazo como la cotización de las acciones de la empresa que dirige.
[8] evidentemente, estos nombres no son su denominación comercial, sino que están puestos para resaltar sus características.

martes, 25 de diciembre de 2012

TODO LO QUE SIEMPRE QUISISTE SABER SOBRE EL ORIGEN DE LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL PERO NUNCA TE ATREVISTE A PREGUNTAR


Durante las vacaciones de Navidad de 2011 escribí un artículo sobre el origen de la crisis financiera internacional para publicarlo en la revista digital del que era mi instituto ese curso, el IES Arturo Soria. Como suele ser habitual, el artículo se me acabó yendo de las manos y me ocupó un total de 17 páginas. Con todo, acabé moderadamente satisfecho del resultado y creo que sigue teniendo interés un año después.
En cuanto abrí este blog, supe que tarde o temprano incluiría el artículo en él. Este momento me parece tan bueno como otro cualquiera, así que las próximas semanas iré publicando los distintos capítulos en los que dividí mi artículo. Espero que os guste.
Una advertencia: el artículo no trata la situación española. Se centra en el inicio de la crisis financiera internacional, que tuvo su germen en Estados Unidos y en la gran banca de Wall Street. Mi intención es dedicar otro artículo a la crisis española, pero por el momento sólo estoy en la fase de documentación e ignoro la forma final que adoptará y su extensión (aunque conociéndome, será laaaaargo).
Muchos economistas llaman la Gran Recesión a la crisis económica que estamos viviendo, de forma particularmente dura en España a través de una crisis de deuda y unas cifras escalofriantes de paro. Pero al margen de la dureza con la que se está manifestando en España, esta es una crisis internacional, y a estas alturas nadie pone en duda que se trata de la mayor crisis económica que ha sufrido el mundo desde la Gran Depresión de la década de 1930. El siguiente artículo pretende contar cómo se originó la crisis, centrándose en la forma que adoptó en sus primeros pasos, la de una crisis financiera originada en Estados Unidos.
Por desgracia, nos encontramos ante una crisis de largo recorrido, y no parece que los gobiernos de los distintos países estén dando los pasos adecuados para aliviar sus efectos y  prevenir futuras crisis (aunque esto, por supuesto, es una opinión subjetiva y sólo el tiempo dirá si acertada). Por eso, dada su larga duración e innumerables ramificaciones, hemos preferido centrarnos en los acontecimientos que la desencadenaron. Para el futuro, dejamos abierta la posibilidad de abordar su evolución y cómo ha afectado a la situación española en próximos números de esta revista digital o en la página web de nuestro instituto, el IES Arturo Soria (¿es que acaso no eres visitante asiduo de la misma? ¿y a qué estás esperando? ¡Visita ya http://www.educa2.madrid.org/web/centro.ies.arturosoria.madrid!).
En realidad, el origen de esta crisis no es muy distinto al de otras que la precedieron: se creó una burbuja, una situación en la que el precio de un bien comienza a subir sin control y sin freno aparente, de forma que los compradores comienzan a adquirirlo con la idea de venderlo y enriquecerse fácilmente (chicos y chicas que me estáis leyendo, a esto se le llama “especular”). Pero la formación de esta burbuja presentaba varias singularidades que la hicieron mucho más peligrosa que otras:
Ø       El bien con el que se estaba especulando era un bien de primera necesidad, la vivienda (lo que acentúa aún más si cabe lo abominable de esta forma de enriquecerse[1]). En el caso de que la burbuja explotase (y conviene aclarar que, tarde o temprano, TODAS las burbujas especulativas acaban explotando), no sólo se llevaría por delante los ahorros de millones de personas, sino que también dejaría sin hogar a otros tantos millones de familias.
Ø       Durante la formación de la burbuja tuvieron lugar una serie de prácticas por parte de las entidades financieras (bancos y agencias de calificación fundamentalmente) que no hicieron sino hinchar aún más la burbuja e incitar a personas normales y corrientes, sin conocimientos específicos del mercado financiero y que por tanto no sabían dónde se estaban metiendo, a asumir unos riesgos insoportables. Por si esto fuera poco, la actuación de estas entidades también distribuyó estos riesgos a lo largo y ancho de todo el mundo a través de un proceso conocido como titulización del que ya hablaremos con más detalle.
Ø       Por último, el origen de la crisis tuvo lugar en el mismísimo meollo de las finanzas internacionales: Wall Street. En las décadas precedentes, tuvieron lugar muchas crisis financieras en distintos lugares del mundo: América Latina[2], los países emergentes de Asia Oriental, etc. Sin embargo, esta crisis se gestó en los engranajes financieros de la mayor potencia económica del mundo, Estados Unidos. Mientras que las anteriores crisis financieras pudieron contenerse en sus zonas de origen, no es de extrañar que la actual crisis se propagara como la pólvora por todo el sistema financiero internacional. Gracias a la globalización de las finanzas internacionales, los bancos de todo el mundo tenían fuertes lazos con las firmas de Wall Street, y cuando estas se vieron en graves dificultades, aquellos también.
A pesar de habernos circunscrito al origen de la crisis, la información que queríamos transmitir era demasiado amplia como para poder abarcarla en los límites de este artículo. Por eso, hemos dispuesto una serie de enlaces en los que, a modo de capítulos, detallamos más pormenorizadamente la forma en que se gestó la crisis. Estos capítulos están escritos de forma sencilla y accesible, con el ánimo de que puedan ser entendidos por cualquier lector que se acerque a ellos sin necesidad de que tenga conocimientos previos de Economía, así que os animamos a leerlos y a darnos vuestra opinión.
Antes hemos hablado de subjetividad. Igual que la actividad económica es cíclica y a períodos de bonanza económica les siguen profundas crisis, también el pensamiento económico es cíclico, y a períodos en los que predomina una determinada corriente ideológica les siguen períodos en los que prevalece la contraria. Durante las últimas décadas han predominado determinadas doctrinas sobre el libre mercado (los mercados libres y sin trabas son eficientes y si cometen errores, los corrigen rápidamente; el mejor gobierno es un gobierno pequeño ya que lo público es, por definición, ineficiente...). Este artículo, sin embargo, se inscribe en una corriente más keynesiana[3], según la cual los mercados son la base de cualquier economía próspera pero no funcionan bien por sí solos, por lo que debe haber un equilibrio entre el papel de los mercados y el papel de los gobiernos.
Así, en el siguiente artículo se responsabiliza de la actual crisis al proceso de desregulación que ha ido teniendo lugar en los mercados financieros en los últimos treinta años y a la conducta imprudente de los directivos de sus principales entidades. Por supuesto, tenéis a vuestra disposición la página web de nuestro instituto para hacernos llegar vuestras opiniones, si estáis de acuerdo o no con lo dicho en el artículo, si añadiríais o suprimiríais algo... Nada nos gustaría más que haceros reflexionar sobre las circunstancias que nos han traído hasta aquí, estéis o no de acuerdo con la opinión de quien escribe este artículo ¡Vuestra participación es importantísima!
Os esperamos.
 

ÍNDICE DE CAPÍTULOS DEL ARTÍCULO:
  1. El Sistema Financiero Antes de la Crisis: donde se cuenta a grandes rasgos cómo funcionaba el sistema financiero antes de que se gestara la crisis, y cómo los grandes bancos estadounidenses llevaron a cabo una actividad encaminada a reducir la regulación del sector y conseguir mayores beneficios, lo que incrementó el riesgo del sector.
  2. La Gestación de la Burbuja Inmobiliaria: donde se cuenta cómo unos tipos de interés demasiado bajos y una conducta imprudente por parte de los bancos hincharon una burbuja inmobiliaria y subieron los precios de la vivienda hasta niveles estratosféricos.
  3. La Titulización: donde se cuenta cómo los bancos crearon “paquetes” donde metieron las hipotecas que habían concedido y los vendieron por todo el mundo, distribuyendo a lo largo y ancho del mundo hipotecas que habían concedido a personas sin empleo ni recursos económicos.
  4. La Explosión de la Burbuja: donde se cuenta cómo explotó finalmente la burbuja inmobiliaria y los precios de la vivienda cayeron en picado, dejando a los bancos con pérdidas millonarias, a miles de familias en la calle y a millones de trabajadores en el paro.
  5. Conclusiones: donde se ofrece una visión general de cómo quedó el sector después de la crisis y las perspectivas que nos depara el futuro.




[1] por supuesto, la especulación con la vivienda no es el único caso de enriquecimiento a través de un bien de primera necesidad; también se han hecho grandes fortunas especulando en el mercado internacional con alimentos básicos como los cereales, lo que ha provocado hambrunas mortales en África. A la vista de estos episodios, es incomprensible que las autoridades nacionales e internacionales no hayan puesto coto a estas prácticas inhumanas.
[2] todos recordamos la crisis del “corralito” en Argentina.
[3] llamada así por su fundador, John Maynard Keynes (1883-1946), el economista más influyente del siglo XX junto a Milton Friedman (1912-2006).

viernes, 21 de diciembre de 2012

CIFRAS, CIFRAS, CIFRAS...


En tiempos de crisis como los que nos está tocando vivir, los medios de comunicación nos bombardean continuamente con cifras económicas: rescates bancarios de miles de millones de euros, recortes en sanidad y educación de otros tantos, porcentajes de deuda con respecto al PIB...

Entre tanta sobredosis de datos, creo que conviene manejar unas cifras básicas para que podamos relativizar y valorar en su justa medida muchas de las informaciones que recibimos a día de hoy. Las siguientes son unas cifras básicas, muy simplificadas pero lo suficientemente aproximadas como para que sean de utilidad:

  • El PIB español es de aproximadamente un billón de euros (1.000.000.000.000 €), lo que facilita mucho la labor de obtener porcentajes del mismo, dicho sea de paso. El PIB de Estados Unidos, por compararnos con la mayor economía del mundo, es de unos catorce billones. En 2009, se gastaron en la Unión Europea 1'5 billones en ayudas a la banca (es decir, una vez y media todo lo que se produce durante un año en España).
  • En 2011, el Sector Público gastó 470.000 millones de euros (470.000.000.000 €), es decir, casi la mitad del PIB. En el mismo período, ingresó 380.000 millones de euros. La diferencia, 90.000 millones, engrosó el déficit público y tendrá que cubrirse con deuda pública.
  • A día de hoy, las familias españolas deben a los bancos 870.000 millones de euros (aproximadamente un 90% del PIB). Las empresas no financieras deben otros 1'3 billones (1.300.000.000.000 €). Los bancos deben unos 600.000 millones de euros (600.000.000.000 €) en los mercados internacionales (los principales acreedores son los banqueros alemanes, a los que se les debe 150.000 millones, y franceses, a los que se les debe otros 120.000 millones). La deuda pública del Estado Español es de algo más de 600.000 millones de euros (600.000.000.000 €).
  • Al final, si sumamos todo lo que deben los agentes económicos españoles al exterior, entre todos debemos tres veces lo que somos capaces de producir en un año.

Nota: la mayor parte de estos datos están sacados del prólogo del libro El Hundimiento de la Banca, de Íñigo de Barrón Arniches.

lunes, 3 de diciembre de 2012

¿DE DÓNDE RECORTAR? - CATÁLOGO DEL DESPILFARRO


En la anterior entrada criticábamos el dogma liberal que criminaliza el déficit público con la justificación de que “nadie puede gastar más de lo que tiene”, equiparando la naturaleza del Sector Público con la de cualquier familia.
Efectivamente, el endeudamiento no es negativo per se, aunque es una herramienta que hay que utilizar con prudencia. Por tanto, un medio para salir de la crisis consistiría en estímulos públicos financiados con déficit, un déficit que habría que eliminar cuando la economía entrase en la senda de la recuperación.
Por desgracia, como suele suceder, la realidad no es tan simple. En el momento de escribir estas líneas, España paga por su deuda a diez años un interés del 5’25 %, lo que supone una prima de riesgo con respecto al bono alemán de 384 puntos (y este es uno de los intereses más asequibles de los últimos meses).
Poner en marcha un estímulo del tamaño suficiente para reactivar la economía española tendría un coste altísimo si hay que financiarlo en los mercados de deuda (sin ir más lejos, en los Presupuestos Generales del Estado para 2013, caracterizados por su austeridad, sólo el pago de los intereses supone casi 40.000 millones de euros). Y ahora mismo, con la política monetaria y la emisión de moneda cedidas al Banco Central Europeo, no hay otra forma de financiar el gasto a corto plazo. Por tanto, por mucho que nos pese, la austeridad y los recortes son inevitables por ahora.
La cuestión, por supuesto, es de dónde recortar. Hasta ahora, el gasto social es el que está sufriendo los mayores recortes. En principio, no es de extrañar que las partidas sociales sean las más perjudicadas, puesto que absorben la mayor parte del gasto: justo antes de la crisis, el sostenimiento del Estado del Bienestar suponía un 65 % del gasto público español. 
Pero, ¿de verdad no había otros sitios de donde recortar?

El siguiente post pretende ser un post vivo. En él, iré enlazando noticias y artículos que ponen de manifiesto ejemplos de despilfarro y de gastos de los que se podría prescindir antes de recortar gastos esenciales como la sanidad, la educación, las pensiones o las ayudas al desempleo. Poco a poco, actualización tras actualización, espero ir engrosando la lista e ir reuniendo un auténtico catálogo del despilfarro:

- Despilfarro de dinero público: antes de nada, habría que poner freno al enorme despilfarro de dinero público. Los últimos años se ha derrochado mucho dinero, muchísimo, en infraestructuras inútiles, en competencias duplicadas, en organismos inútiles, etc.

- Subvenciones: muchas veces, la partida de subvenciones acaba convirtiéndose en un desagüe por donde se cuelan millones de euros, muchísimas veces con el único fin de beneficiar al partido en el poder.




- Deducciones: rebajar el importe a pagar de un determinado impuesto es un valioso instrumento para incentivar actividades beneficiosas para la sociedad, pero cuando son cuestiones puramente ideológicas las que guían muchas de estas deducciones, se convierten en un instrumento distorsionador e injusto.


Si queréis hacernos llegar otros ejemplos de despilfarro o de partidas "recortables", ¡os esperamos!

martes, 27 de noviembre de 2012

¿DE VERDAD NO SE PUEDE GASTAR LO QUE NO SE TIENE?

Se ha convertido en un lugar común de muchos políticos conservadores y "liberales" decir que "no se puede gastar lo que no se tiene". Es un mantra que repiten una y otra vez políticos como Mariano Rajoy o Esperanza Aguirre para defender políticas de austeridad. Por ejemplo, en los primeros instantes de este vídeo:





Al hacer este razonamiento, es muy común establecer un paralelismo entre el Estado y una familia: ninguna familia gasta más de lo que tiene, y un Estado responsable tampoco debería hacerlo. Pero lo cierto es que este razonamiento tiene dos defectos básicos:
  1. En primer lugar, no es cierto que las familias no gasten más de lo que tienen. Cada vez que una familia se endeuda, es porque está gastando o ha gastado más de lo que tiene. Esto ocurre cuando se realizan actividades tan cotidianas como amueblar la casa, comprar un coche o algún electrodoméstico de mucho valor o, por supuesto, cuando se compra una casa. El endeudamiento es la forma más natural de poder disfrutar hoy de bienes a los que no tendríamos acceso si dependiéramos solo de nuestros medios. En el caso de las empresas, esto es aún más cierto. Si las empresas sólo pudieran contar con sus recursos propios, es decir, si no pudieran pedir préstamos o aplazar los pagos de sus compras, sus posibilidades de crecimiento serían infinitamente menores.
Por supuesto, se podría afirmar, y con razón, que los problemas de la economía española vienen del endeudamiento de familias y empresas, que ha sido excesivo a todas luces. Pero lo que queremos poner de manifiesto es que el endeudamiento no es malo per se. Lo que es muy peligroso es endeudarse más de la cuenta, de forma rápida  e irreflexiva, sin estudiar de forma objetiva y realista si se podrá hacer frente a las deudas en un futuro, pero si las familias no pudieran endeudarse y gastar más de lo que tienen, mercados como el inmobiliario, el automovilístico o el de electrodomésticos no serían rentables.
  1. En segundo lugar, incluso si fuese cierto que ninguna familia puede gastar más de lo que tiene, no es correcto establecer un símil entre el Estado y las familias. Mientras que el gasto de una familia no da más fruto que el bienestar derivado del consumo, se pierde (a menos que se trate de una inversión en valores, en bienes inmuebles... pero entonces no sería un gasto, sería una inversión), el gasto del Estado, dada su magnitud, tiene la particularidad de que puede estimular la economía y hacerla crecer, de modo que aumentarían los ingresos impositivos e incluso podría mejorar la situación fiscal en el futuro.
Esta defensa del endeudamiento no debe confundirse con una apología del déficit excesivo. Endeudarse es necesario y positivo, pero dentro de las posibilidades de cada deudor, por supuesto. Por tanto, aunque desde aquí defiendo la posibilidad de que el Estado incurra en déficit, también reconozco que a largo plazo, el presupuesto del Estado debe estar equilibrado. Pero como decía Keynes, “el auge económico, y no la crisis, es el momento de la austeridad”.


Y, por supuesto, con lo que no puedo estar de acuerdo es con la primera razón que da Mariano Rajoy en el vídeo para explicar la crisis española: el déficit público, que el Estado haya gastado más de lo que tiene. Antes de la crisis, el gobierno español presumía de superávit (y se permitía el lujo de malgastarlo en medidas como el cheque bebé o la rebaja de 400 euros en la declaración de la renta). Lo que dejó claro la crisis es que la estructura fiscal española tenía muchas deficiencias, defectos que quedaron claros cuando se manifestó la crisis, pero culpar de la crisis a un déficit que ni siquiera existía es absurdo.

También es territorio común de la derecha y de las posiciones más liberales afirmar que se debe recortar el gasto y reducir el Estado a la mínima expresión porque el Gasto Público es, por definición, ineficiente y distorsionador, pero esta afirmación ya no es economía.

Es ideología.

sábado, 24 de noviembre de 2012

LA TERRORÍFICA HISTORIA DE FERNANDO EL ZAPADOR Y THE WALKING DEAD (y V)


Resumen del capítulo anterior: la situación creada en el sistema financiero español obliga al Banco de España a intervenir. Sin embargo, la suya no deja de ser una actuación muy tibia que no consigue solucionar el problema.
A la altura de 2010, era evidente que la estrategia seguida por el Banco de España y el gobierno español no habían servido para apuntalar el sistema financiero. A decir verdad, el sistema financiero español había resistido mucho mejor que el de otros países el impacto inicial provocado por la crisis de las hipotecas subprime y otros derivados financieros (próximamente en estas pantallas).
-   Por un lado, la exposición de nuestros bancos y cajas a los activos tóxicos generados por la banca estadounidense fue muy baja (lo que es natural, ya que nuestros bancos solían buscar financiación en el mercado exterior, no oportunidades de inversión).
-   Por otro lado, el Banco de España había impuesto un sistema de provisiones (las provisiones son partidas que se crean para compensar posibles pérdidas) mucho más exigente que el de los demás países europeos.
Cuando tras los primeros compases de la crisis, los bancos españoles resultaron mucho mejor parados que grandes entidades internacionales como Goldman Sachs, Societe Generale o Deutsche Bank, que recibieron miles de millones de dólares en ayudas públicas, los políticos españoles no tardaron en sacar pecho:





Sin embargo, los analistas internacionales no confiaban en la tan cacareada solidez del sistema financiero español. A su juicio, con un mercado inmobiliario derrumbándose o a punto de explotar y unas entidades con sus balances llenos de activos inmobiliarios, se mascaba la tragedia. La intervención de Caja Castilla La Mancha por el Banco de España a finales de marzo de 2009 vino a confirmar los temores de los analistas. Cuando después de dicha intervención, el índice de mora se la caja se situó en el 17 %, poca gente se creía el dato del 5 % aportado por el resto del sector.
Lo que le había ocurrido a entidades como el banco Walk ING es que los inversores del mercado mayorista ya no estaban dispuestos a refinanciar su deuda. Ya vimos que esto llevó a Walk ING a emprender una agresiva política de captación de depósitos para sustituir un pasivo (la financiación en los mercados internacionales) por otro (los depósitos de los clientes), pero con todas las entidades que había queriendo sacar agua de él, ese pozo estaba medio seco. Para un análisis más detenido de la naturaleza de los balances de las entidades financieras, repasad esta entrada.
Las inyecciones del BCE permitieron que bancos como Walk ING pudieran sustituir deuda comprada por inversores extranjeros por préstamos del banco central. Desde 2010, el BCE ha puesto en marcha distintas subastas de liquidez. La avidez con la que las entidades españolas han acudido a esas subastas pone de manifiesto la gravedad de su situación.
De no haber actuado el BCE, Walk ING hubiera tenido que prescindir de la parte de su pasivo que conseguía gracias al exterior y habría tenido que poner a la venta parte de sus activos (sería más correcto decir que tendría que liquidar parte de su activo), lo que probablemente le obligaría a venderlos por debajo de su valor y empeoraría su situación.
A este proceso de reducción simultánea de los activos y del pasivo de una empresa se le denomina desapalancamiento. Es muy común en períodos de crisis en los que los agentes económicos previamente se han endeudado más de la cuenta. Como describimos, el desapalancamiento tiene los efectos de un auténtico círculo vicioso económico.
De este modo, la actuación del BCE evitó una situación explosiva, al mismo tiempo que permitía que los bancos se recapitalizasen y consiguieran beneficios fáciles mediante el sencillo procedimiento de comprar deuda pública de los países europeos en dificultades a un 4, un 5 o un 6 % de interés con dinero prestado por el BCE al 1 % (sí, amigo lector, a mí también me parece repugnante). Pero esta medida no deja de ser un paliativo temporal. En sus inyecciones de liquidez, el plazo más amplio de los préstamos concedidos por el BCE es de tres años, y lo deseable es que las entidades españolas mejoren su situación lo suficiente como para poder financiarse sin la ayuda del banco central.
Y mientras tanto, el volumen del crédito a constructores y promotores seguía por encima de los 300.000 millones de euros, sin bajar desde 2007. Dada la parálisis del sector, esto sólo puede significar que entidades como Walk ING siguen refinanciando préstamos a empresas como Promotora El Zapador S.L. a pesar de la escasa probabilidad de que esos préstamos le sean devueltos.
Y gracias a la mágica varita de los tipos de interés, los préstamos impagables que se mantienen vivos crecen exponencialmente, y un problema en principio manejable puede convertirse en una cuestión inabordable. De este modo, con un gran volumen de préstamos impagados que no dejan de crecer y teniendo que subsistir gracias a la liquidez del banco central, podemos afirmar que Walk ING se ha convertido en THE WALKING DEAD, en un auténtico banco zombi. Está muerto, pero se mueve y actúa como si estuviera vivo. A pesar de estar en quiebra, sigue abierto, y a sus directivos les parece genial. Después de todo, quién sabe, a lo mejor la cosa mejora, la economía remonta, y mientras tanto están en una inmejorable situación para cobrar primas, incentivos e indemnizaciones millonarias.
Igual que los zombis sólo sienten un ansia inagotable de carne humana, las entidades financieras convertidas en zombis, como THE WALKING DEAD, tienen un ansia inagotable de recursos para tapar sus pérdidas y los agujeros de su balance. No sólo no contribuyen a la recuperación económica al no destinar sus recursos a conceder créditos a familias y empresas, sino que al alimentarse de las ayudas públicas le roba recursos al resto de la economía sólo para mantenerse en su estado de muerto viviente.
¿Y a qué nos lleva eso?
A una sociedad zombi.


Finalmente, THE WALKING DEAD fue intervenida por el Ministerio de Economía. La entidad ha pasado a ser propiedad del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que compró la deuda emitida por el banco y la convirtió en acciones. Por el momento, todavía no se ha decidido si el banco seguirá adelante con un nuevo presidente hasta poder privatizarlo o si se venderá a otro banco para que lo absorba. Lo que sí está claro es que recibirá unas ayudas multimillonarias del Estado.

Hasta que no expire el vencimiento del último préstamo concedido, Promotora El Zapador S.L. sigue existiendo como empresa zombi. Lo más probable es que el préstamo no se renueve y THE WALKING DEAD asuma las pérdidas, pero eso dependerá de si la cuantía final de las ayudas públicas permiten al banco asumir todas sus pérdidas. Sea como sea, al tener la empresa la forma de una sociedad limitada, Fernando y sus socios no tendrán que responder de las deudas con su patrimonio personal (eso sí, de recuperar el capital inicial que aportaron que se vayan olvidando).

Tras el fracaso de su nueva aventura empresarial, Fernando ha vuelto a su primera actividad. Actualmente, está desatascando un pozo negro en Solana de los Barros.

lunes, 19 de noviembre de 2012

LA TERRORÍFICA HISTORIA DE FERNANDO EL ZAPADOR Y THE WALKING DEAD (IV)

Resumen del capítulo anterior: su arriesgada política de créditos ha dejado al banco Walk ING en una delicada posición. Por un lado, se ve obligado a refinanciar su deuda en los mercados mayoristas extranjeros pagando mayores intereses. Por otro, buscando nuevas fuentes de financiación, emprende una agresiva política de captación de depósitos, lo que desata una auténtica guerra comercial en el sector.

Dejemos ahora por un momento al banco Walk ING y volvamos la vista hacia los reguladores financieros (sí, nuestra historia va adquiriendo dimensiones cada vez más amplias).
La creciente competitividad entre las entidades bancarias y su enorme exposición al crédito inmobiliario ha creado un auténtico caos en el sector financiero español. Con un porcentaje cada vez mayor de créditos impagados, con unos márgenes de intermediación cada vez menores a causa de la lucha competitiva por captar más depósitos y con un coste de la financiación exterior cada vez mayor, la situación de los bancos españoles no puede calificarse más que de angustiosa. Sin embargo, entidades como Walk ING se esfuerzan por maquillar sus balances (por ejemplo, renovando préstamos a empresas zombis como Promotora el Zapador S.L. para no reconocer pérdidas) y proyectar la imagen más luminosa posible al exterior. A pesar de todos estos esfuerzos, no obstante, cualquier inversor avispado se imaginará que no es oro todo lo que reluce.
Llegados a este punto, el mismísimo Banco Central se ve obligado a tomar cartas en el asunto. Cuando España ingresó en la moneda única europea, el euro, el Banco de España cedió sus principales competencias al Banco Central Europeo. Aun así, conservó importantes competencias en materia de vigilancia y supervisión. Por desgracia, como tantas otras entidades, se dejó llevar por la orgía especulativa y dejó crecer sin control la burbuja inmobiliaria.
Cuando por fin se decidieron a actuar, el Banco de España y el Gobierno optaron por una intervención “blanda”: en vez de intervenir a las entidades con problemas y/o cesar a sus gestores, promovieron a través de ayudas públicas un proceso de fusiones entre cajas de ahorros (y así, efectivamente, fue como nacieron bancos como Bankia o, sí, Walk ING).
¿Por qué actuó así el Banco de España en vez de hacerlo de forma más contundente? Es difícil responder a eso, pero ahora que todavía está reciente la campaña de acoso y derribo que emprendió el Partido Popular contra el exgobernador del Banco de España Miguel Ángel Fernández Ordóñez por su pasividad en los años anteriores al estallido de la burbuja, resulta interesante especular sobre ello…
=    Por un lado, podemos atribuir su comportamiento a razones políticas. La burbuja inmobiliaria era una gran fiesta en la que nadie quería ser el que apagase la música. Los años previos al estallido era obvio que nos encontrábamos ante una burbuja, pero muchos todavía confiaban en que esta podría desinflarse de forma suave o que recoger los platos rotos no sería tan costoso…
Además, las cajas de ahorros se habían convertido en el coto privado de las comunidades autónomas, e intervenirlas con todas las de la ley podía llevar a confrontaciones políticas muy serias… o inconvenientes, según cuál fuera el partido que gobernase en cada autonomía.
=    Por otro lado, la forma de actuar del Banco de España pudo ser un intento de ahorrar dinero público. Una intervención más decidida habría implicado costosos rescates al sistema financiero (no olvidemos que a la intervención de Bankia siguió un cheque en blanco del gobierno a la entidad que acabó suponiendo más de 20.000 millones de euros, lo que a su vez precipitó el rescate europeo al sistema financiero español en conjunto). Al promover un proceso de fusiones entre cajas, el Banco de España y los gobiernos de turno esperaban que las propias entidades se saneasen entre ellas, procurando que entidades más sólidas pudiesen absorber de forma progresiva los posibles agujeros de las entidades más dañadas. Esta esperanza resultó ser vana porque, en su mayor parte, las cajas tenían un auténtico problema de solvencia, no de liquidez, lo que nos lleva a siguiente y último motivo.
=    Por último, se podría decir que el Banco de España tenía la esperanza de que la situación no fuera tan grave. Que el de los bancos fuera un problema de liquidez que pudieran ir subsanándo poco a poco por sí mismos. Sin embargo, con la perspectiva que da el tiempo, está claro que una gran parte del sector financiero español tenía un auténtico problema de solvencia, no de liquidez.
Un banco es solvente pero está falto de liquidez si no dispone de fondos pero sus activos son mayores que su pasivo exigible (su pasivo descontando los recursos propios; para un vistazo más amplio del balance de un banco, ver esta entrada). Por supuesto, si es evidente que los activos son mayores que el pasivo, el banco no debería tener problemas para conseguir esos fondos. Los bancos creían (o querían creer) que eran solventes porque creían (o querían creer) que sus activos valían más que su pasivo.
El problema es que la mayor parte del pasivo de los bancos está en forma de depósitos de clientes (y eso que el porcentaje de éstos ha bajado en los últimos años, como ya hemos repetido en numerosas ocasiones). Si la confianza en un banco se debilita, muchos de esos depositantes acudirían al banco a retirar sus fondos y el banco no tendría dinero suficiente para atender todas estas demandas. Aún peor, se vería obligado a vender parte de sus activos, lo que haría bajar el precio de estos y agudizaría el problema. Si el banco central confía en la solvencia de un banco, le puede prestar liquidez durante el tiempo suficiente como para que su situación mejore. Sin embargo, como el Banco de España ya no es un banco central, no puede prestar esta liquidez, y lo único que hizo fue promover un proceso de fusiones entre entidades con la esperanza de que unas fueran apoyando a otras.

No hace falta decir que la intervención blanda no fue precisamente un éxito y se hizo necesaria la intervención del auténtico banco central, el Banco Central Europeo. Pero eso se contará en el próximo y último capítulo (¡por fin!) de esta saga.